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Al hablar de “dimensiones de conciencia” conviene aclarar primero, que si bien es cierto que existe una clara vinculación entre estas dimensiones y los diferentes planos de existencia en los que estamos presentes de manera simultánea (el físico, emocional, mental, causal…), éstos no guardan relación alguna con las dimensiones espacio-temporales, los multiversos o los mundos paralelos a los que hace referencia la actual física teórica. Las dimensiones de conciencia son los diferentes grados o frecuencias de vibración energética y sus respectivos niveles de entendimiento, que todo ser vivo adquiere progresivamente en la medida en que su experiencia vivencial le otorga un conocimiento que hace expandir su conciencia.
Es en base a la denominada “ley de octavas”, el ordenamiento más genérico que rige nuestra existencia, que podemos clasificar este progresivo incremento vibracional evolutivo de la siguiente manera:
La primera dimensión es una frecuencia muy elemental, pero de inmenso valor, ya que se corresponde con las estructuras básicas y los soportes vitales necesarios a partir de los cuales pueden surgir nuevas formas de vida más complejas. La primera dimensión de conciencia es la encargada deconvertir la energía en materia. Es la dimensión del reino mineral y la frecuencia primaria en la que vibran los átomos y las moléculas. Los tradicionales cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, pertenecen a esta primera dimensión.
La primera dimensión de conciencia conforma nuestro planeta, nuestro sistema solar, nuestra galaxia y todo el universo apenas conocido por el ser humano a nivel astronómico, así como los posibles multiversos de la vigente teoría de supercuerdas (la Teoría M), aunque por el momento solo podamos acceder a ellos a través de un enrevesado lenguaje matemático.
La segunda dimensión de conciencia es la frecuencia de los reinos vegetal y animal. El paso de primera a segunda dimensión es probablemente el salto evolutivo más importante, pues se calcula que entre unos 3.000 y 4.000 millones de años atrás surgió el “milagro” y apareció el primer organismo vivo de nuestro planeta: la célula. En un primer momento se trataba de organismos unicelulares tan elementales como una bacteria, pero que al cabo de unos pocos milenios, esas primitivas células procariotas de escaso material genético fueron convirtiéndose en células eucariotas más sofisticadas, de mayor carga genética y con una organización a nivel pluricelular que dio lugar a la creación de una inabarcable diversidad de especies vegetales y animales.
Esta segunda dimensión es el inconsciente colectivo de las especies, una conciencia subyacente que las mantiene unidas a través de una fuerte identidad biológica. Esta identidad es la que permite que todos los ejemplares de una misma especie puedan reconocerse y cumplir con sus funciones reproductoras, así como seguir sus particulares instintos en cuanto a métodos de subsistencia, migración, etc. A pesar de que algunas especies suelan vivir de manera más aislada y autónoma, aquí todavía no existe una conciencia de individualidad. Se trata de una dimensión regida por una conciencia grupal y por una completa ausencia de temporalidad.
Si bien es cierto que se puede apreciar en algunos animales un cierto grado de memoria que les permite ir modificando su conducta, no existe en ellos todavía una conciencia de lo que son los tiempos pasado y futuro; solo existe el momento presente, aunque de un modo completamente inconsciente. Este estado de atemporalidad que con tanta naturalidad se aprecia en el reino animal, despierta gran interés en aquellos hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir en un constante “aquí y ahora”. Sin embargo, no será hasta alcanzar la sexta dimensión de conciencia, cuando podrán reencontrarse nuevamente con este mismo estado atemporal, pero de manera consciente.
Los seres que vibran en la segunda dimensión de conciencia viven sometidos a sus instintos. Apenas existe aquí posibilidad de elección. Al no disponer de suficiente capacidad reflexiva, las acciones que estos seres acometen en su cotidianidad quedan mayormente exentas de responsabilidad. Sin embargo, para aquellas especies que dotadas de mayores aptitudes cognitivas titubean antes de reaccionar de manera instintiva a sus impulsos más primarios, comienzan a abrir un reducido abanico de posibilidades. Yen el momento en el que aparece una mínima posibilidad de elección, ésta conlleva un proporcional grado de responsabilidad. Este incipiente margen de actuación es la brecha que permitirá que los seres del reino animal puedan ir evolucionando paulatinamente hacia especies más perfeccionadas hasta conseguir finalmente trascenderlo.
La tercera dimensión de conciencia es la frecuencia vibratoria que ha estado sintonizando la humanidad en el transcurso de la historia hasta el momento presente. Es la dimensión en la que se produce la pérdida del sentido grupal tan característico de la segunda dimensión y da comienzo lo que se conoce por “fragmentación“. Esto significa que a pesar de que un ser de tercera dimensión suela seguir viviendo rodeado de otros seres, o sea, en sociedad; cada individuo desarrolla su propia identidad personal.
Este es el nacimiento del ego y la personalidad. Es la frecuencia en la que nos hacemos conscientes de nosotros mismos, pero a su vez, es en la que nos sentimos más alejados los unos de los otros y en la que estamos más separados del Todo que nunca. El miedo, la desconfianza, la aversión, la intolerancia y una clara tendencia hacia la dominación, el control, el poder y la posesión, son solo algunos indicadores que nos muestran que un individuo, grupo o sociedad sigue anclado en la tercera dimensión de conciencia.
Quien permanezca en tercera dimensión de conciencia, lo más probable es que las experiencias que le lleguen en clave de infortunios, desgracias o reveses de fortuna, no sean debidamente comprendidas y vividas por tanto de manera dolorosa. Pero en la medida en que uno va conectando con una conciencia superior más lúcida, empática y desapegada, comienza a comprender que todo lo que le ocurre en la vida tiene un motivo, una causa, un propósito y un por qué, a pesar de que la respuesta a menudo permanezca fuera de su alcance. Esta comprensión permite comenzar a liberarse de un victimismo que solo trae consigo una mayor desdicha y sufrimiento.
Aquí es donde se nos presentan los mayores retos de crecimiento y evolución, puesto que da comienzo la ardua tarea de integración consciente hacia el Ser Único.
A pesar de que grandes conciencias han ido viniendo una y otra vez a dar un impulso a la humanidad, es en estos albores del siglo XXI cuando se está produciendo el mayor despertar global a cuarta dimensión de conciencia como nueva realidad. Pero tal y como ocurrió en anteriores transiciones dimensionales, ésta se irá igualmente implementando de manera gradual. Hasta que no alcancemos una determinada masa crítica de conciencias vibrando a cuarta dimensión, la nueva realidad seguirá conviviendo con la antigua y los nuevos patrones de organización seguirán estando condicionados por los viejos esquemas y códigos de conducta.
Pero cada vez son más las personas que sienten la necesidad de buscar respuestas que aporten un mayor significado a su experiencia existencial, que desean comprender un poco mejor su realidad personal y que se plantean seriamente cuál debería ser su rol en la sociedad. Este inconformismo respecto a lo que por tanto tiempo lleva establecido como modelo organizativo inamovible, pero que en la actualidad se percibe como obsoleto, es el origen de un cambio vibracional a gran escala cuyos efectos tarde o temprano acabarán por provocar el desmoronamiento de las antiguas estructuras de poder, que darán paso a unos modelos socioeconómicos más justos y equitativos.
Es en la cuarta dimensión de conciencia cuando se percibe con claridad el concepto de reciprocidad. Aquí nos hacemos conscientes de que cada uno de nuestros actos repercute de manera directa o indirecta en la sociedad y que, por consiguiente, afecta a la vida de los demás. En cuarta dimensión decidimos asumir una responsabilidad mayor, pues nos damos cuenta de que toda implicación es necesaria si lo que se pretende es que el cambio colectivo llegue a materializarse.
Esta es la conciencia que moviliza a todo aquél que lucha por imponer la justicia y la igualdad entre los hombres, erradicar la pobreza, atender al necesitado, proteger el medioambiente y tratar de hacer en definitiva de este mundo un lugar mejor. Es la dimensión en la que comenzamos a regresar a una conciencia de integración grupal, aunque sin perder de vista nuestra identidad personal.
En la actualidad son muchos los seres de este planeta que ya tienen bien consolidada su expansión de conciencia a cuarta dimensión, y viven por tanto sus vidas de manera mucho más consciente, responsable y solidaria.
La quinta dimensión de conciencia es una frecuencia cuya característica principal es que comenzamos a recordar quiénes somos realmente. Aquí nos volvemos conscientes de que existe un Yo profundo que se encuentra más allá del cuerpo y de la personalidad, un Yo que no se identifica con un nombre, una profesión, un estatus social ni con cualquier otra faceta o expresión externa que nos pueda diferenciar de los demás, sino con el amor y la conciencia que reposa en nuestro interior.
Aquí sabemos que la vida no termina en el plano físico, sino que se extiende mucho más allá de la ilusoria vida terrena, la cual era percibida hasta entonces como la única realidad posible. En quinta dimensión tomamos conciencia de nuestra naturaleza eterna e inmortal, y asumimos la tarea de tener que regresar una y otra vez al plano físico en busca del conocimiento vivencial que nos permitirá ir ascendiendo a nivel conciencial.
En quinta dimensión de conciencia los lazos con nuestros semejantes se han ido estrechando hasta el punto en que, gracias al amor y a la compasión que de manera natural emana de quien sintoniza con esta frecuencia; nos sentimos literalmente unidos a un gran número de personas. Conectamos de este modo con una conciencia grupalde mayores dimensiones, aunque nuestra percepción de unidad todavía es parcial.
No podemos evitar sentir un cierto distanciamiento con aquellos seres que se encuentran en niveles de conciencia muy inferiores al nuestro, así como con quienes lo están en otros de muy superiores. Todavía hay camino aquí por recorrer antes no se disuelva por completo esta distinción.
Este nuevo “despertar” llega a nuestras vidas cuando alcanzamos una percepción “no-dual” de la realidad. Cuando esto ocurre, comenzamos a percibir una ausencia de confrontación entre los pares de opuestos. Lo que hasta entonces solíamos calificar de bueno o de malo, de positivo o negativo, de justo e injusto…, empieza a cobrar ahora un nuevo significado. Dejamos de identificarnos sistemáticamente con una de las dos polaridades inherentes al mundo manifestado y pasamos a situarnos en una posición más elevada y unitaria. Una posición cuya perspectiva nos ofrece una visión de la realidad mucho más amplia e integradora. Es en este punto cuando conectamos con la “conciencia crística”, una energía de muy alta frecuencia que nos abraza cálidamente y hace que nuestra vida se vuelva mucho más amorosa, pacífica y conciliadora.
La sexta dimensión de conciencia es una frecuencia vibracional que otorga al Ser el conocimiento vivencial de la Unidad. Y cuando se descubre que no hay separación alguna entre uno mismo y todos los seres de la creación, se advierte que ya no hay lugar para la aversión, la intolerancia, la crítica ni el reproche. Los antiguos moldes de ordenamiento que habíamos fabricado para encasillar la diversidad en la que vivimos ya no sirven, son inútiles; las barreras que nos separaban han caído, y cualquier juicio de valores que se pretenda hacer solo puede ir dirigido hacia uno mismo.
Si alzamos la vista vemos desde aquí con claridad como todo converge hacia un único e infinito haz de Luz-Conciencia que Todo lo abarca y Todo lo ilumina. Es al dirigir la mirada hacia abajo cuando nos damos cuenta de que esta inmaculada Luz Primordial se percibe de manera muy fragmentada en los planos inferiores debido al efecto que produce atravesar las diferentes capas de densidad que conforman la materia. Es por tanto esta Luz-Conciencia disgregada en múltiples haces proyectados sobre la Tierra en una gran diversidad de formas, colores y tonalidades, lo que provoca que también sean muchas las percepciones, creencias e interpretaciones que se hagan de una misma Realidad.
Pero en el instante en que uno ya solo ve esta única Luz Primigenia como el origen y el fin de la Verdad Suprema, es como el ave que emprende el vuelo y contempla desde lo alto con su visión panorámica, los efectos de una dualidad a la que hasta hace bien poco él también estaba sometido.
En este elevado nivel de conciencia ya no se persiguen reconocimientos ni halagos, tampoco saciar placeres u obtener réditos o ventajas; lo único que verdaderamente se ansía es la Unión con lo Divino y la Libertad. Estos anhelos relativamente sencillos de comprender a nivel conceptual, de nada sirven si no se viven como tales. Este es el inmenso valor que tiene cada una de las vidas que vivimos. No basta con creer, pensar, filosofar, conceptualizar o teorizar sobre un determinado estado, nivel de conciencia o condición espiritual; si lo que se pretende es que ello adquiera validez y sea integrado en el Ser, será necesario tener que sentirlo, vivirlo, llevarlo a la práctica y experimentarlo en carne propia aun cuando la sola idea de tener que volver a encarnar suponga un fatigoso pesar.
Para el ser que ha alcanzado este grado de desprendimiento en el que nada de lo que pueda haber en el mundo despierta ya su interés, probablemente la sensación que tenga al pensar en una nueva vida terrena es que ésta será del todo infructuosa y estéril. Pero, ¿de qué otro modo sino podría llegar a consumarse este anhelo de liberación? Así es que aun después de haber conseguido trascender la quinta dimensión de conciencia, donde todavía uno se encuentra sometido al ciclo de muerte y renacimiento a causa del deseo y el karma; también aquí sigue habiendo una cierta necesidad de renacimiento. La diferencia no obstante es significativa. Nacer de nuevo no significa comenzar de nuevo. Cuando un ser que procede de la esfera crística desciende al plano físico para iniciar un nuevo ciclo vital, éste apenas se verá sometido a la ilusión de maya. Al permanecer su espíritudespierto en una esfera no dual de la realidad, bastará con que se produzca una débil conexión con su verdaderoYo, para que su mente egoicadespierte también en el mundo terrenal.
Esta es la dimensión de conciencia en la que se encuentran muchos de los verdaderos místicos e iniciados como los bodhisattvas, rishis, mahatmas, profetas y santos de todas las religiones; es decir, grandes almas al servicio de Dios y del hombre.
La séptima dimensión de conciencia es la frecuencia del amor en estado puro y de la integración completa al Ser Único. Las diferencias que hay entre sexta y séptima dimensión son desde luego mucho más sutiles que las que podíamos encontrar en dimensiones anteriores. Ambas contemplan la misma Unión con el Absoluto, pero si bien en sexta dimensión de algún modo todavía había que apartar los “velos de ignorancia” para poder observar la Realidad desnuda, en séptima dimensión ya no es necesario ni tan siquiera hacer este gesto, puesto que aquí todos los velos ya han caído.
Nada hay en esta dimensión que pueda interferir la clara visión de la Realidad, ni que sea capaz de perturbar la paz interior de los seres que aquí se encuentran. Se trata de un sublime y perpetuo estado inalterado de conciencia, prácticamente imposible de sostener estando sometido a las vicisitudes de la vida terrena. Solamente grandes Maestros de Sabiduría como Buda, Jesús o Krishna (entre otros), son capaces de experimentar en el plano físico esta Unión con el Todo (o estado nirvánico), más allá de los periodos de tiempo que pueda durar una meditación, una práctica espiritual o cualquier otro tipo de experiencia extática que los conecte fugazmente con la Fuente.
Así es que después de haber recorrido durante eones el largo camino ascendente de regreso al Hogar y haber completado todo un ciclo evolutivo, alcanzar la séptima dimensión de conciencia es la más bella culminación de un largo proceso que convierte a estos seres plenamente realizados en los venerables Maestros Ascendidos.
Autor: Ricard Barrufet Santolària, redactor de la Gran Hermandad Blanca
Fuente: “Planos de Existencia, Dimensiones de Conciencia”
Publicado por: Ricard Barrufet
Al hablar de “dimensiones de conciencia” conviene aclarar primero, que si bien es cierto que existe una clara vinculación entre estas dimensiones y los diferentes planos de existencia en los que estamos presentes de manera simultánea (el físico, emocional, mental, causal…), éstos no guardan relación alguna con las dimensiones espacio-temporales, los multiversos o los mundos paralelos a los que hace referencia la actual física teórica. Las dimensiones de conciencia son los diferentes grados o frecuencias de vibración energética y sus respectivos niveles de entendimiento, que todo ser vivo adquiere progresivamente en la medida en que su experiencia vivencial le otorga un conocimiento que hace expandir su conciencia.
Es en base a la denominada “ley de octavas”, el ordenamiento más genérico que rige nuestra existencia, que podemos clasificar este progresivo incremento vibracional evolutivo de la siguiente manera:
Primera Dimensión de Conciencia
La primera dimensión es una frecuencia muy elemental, pero de inmenso valor, ya que se corresponde con las estructuras básicas y los soportes vitales necesarios a partir de los cuales pueden surgir nuevas formas de vida más complejas. La primera dimensión de conciencia es la encargada deconvertir la energía en materia. Es la dimensión del reino mineral y la frecuencia primaria en la que vibran los átomos y las moléculas. Los tradicionales cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, pertenecen a esta primera dimensión.
La primera dimensión de conciencia conforma nuestro planeta, nuestro sistema solar, nuestra galaxia y todo el universo apenas conocido por el ser humano a nivel astronómico, así como los posibles multiversos de la vigente teoría de supercuerdas (la Teoría M), aunque por el momento solo podamos acceder a ellos a través de un enrevesado lenguaje matemático.
Segunda Dimensión de Conciencia
La segunda dimensión de conciencia es la frecuencia de los reinos vegetal y animal. El paso de primera a segunda dimensión es probablemente el salto evolutivo más importante, pues se calcula que entre unos 3.000 y 4.000 millones de años atrás surgió el “milagro” y apareció el primer organismo vivo de nuestro planeta: la célula. En un primer momento se trataba de organismos unicelulares tan elementales como una bacteria, pero que al cabo de unos pocos milenios, esas primitivas células procariotas de escaso material genético fueron convirtiéndose en células eucariotas más sofisticadas, de mayor carga genética y con una organización a nivel pluricelular que dio lugar a la creación de una inabarcable diversidad de especies vegetales y animales.
Esta segunda dimensión es el inconsciente colectivo de las especies, una conciencia subyacente que las mantiene unidas a través de una fuerte identidad biológica. Esta identidad es la que permite que todos los ejemplares de una misma especie puedan reconocerse y cumplir con sus funciones reproductoras, así como seguir sus particulares instintos en cuanto a métodos de subsistencia, migración, etc. A pesar de que algunas especies suelan vivir de manera más aislada y autónoma, aquí todavía no existe una conciencia de individualidad. Se trata de una dimensión regida por una conciencia grupal y por una completa ausencia de temporalidad.
Si bien es cierto que se puede apreciar en algunos animales un cierto grado de memoria que les permite ir modificando su conducta, no existe en ellos todavía una conciencia de lo que son los tiempos pasado y futuro; solo existe el momento presente, aunque de un modo completamente inconsciente. Este estado de atemporalidad que con tanta naturalidad se aprecia en el reino animal, despierta gran interés en aquellos hombres y mujeres que se esfuerzan por vivir en un constante “aquí y ahora”. Sin embargo, no será hasta alcanzar la sexta dimensión de conciencia, cuando podrán reencontrarse nuevamente con este mismo estado atemporal, pero de manera consciente.
Los seres que vibran en la segunda dimensión de conciencia viven sometidos a sus instintos. Apenas existe aquí posibilidad de elección. Al no disponer de suficiente capacidad reflexiva, las acciones que estos seres acometen en su cotidianidad quedan mayormente exentas de responsabilidad. Sin embargo, para aquellas especies que dotadas de mayores aptitudes cognitivas titubean antes de reaccionar de manera instintiva a sus impulsos más primarios, comienzan a abrir un reducido abanico de posibilidades. Yen el momento en el que aparece una mínima posibilidad de elección, ésta conlleva un proporcional grado de responsabilidad. Este incipiente margen de actuación es la brecha que permitirá que los seres del reino animal puedan ir evolucionando paulatinamente hacia especies más perfeccionadas hasta conseguir finalmente trascenderlo.
Tercera Dimensión de Conciencia
La tercera dimensión de conciencia es la frecuencia vibratoria que ha estado sintonizando la humanidad en el transcurso de la historia hasta el momento presente. Es la dimensión en la que se produce la pérdida del sentido grupal tan característico de la segunda dimensión y da comienzo lo que se conoce por “fragmentación“. Esto significa que a pesar de que un ser de tercera dimensión suela seguir viviendo rodeado de otros seres, o sea, en sociedad; cada individuo desarrolla su propia identidad personal.
Este es el nacimiento del ego y la personalidad. Es la frecuencia en la que nos hacemos conscientes de nosotros mismos, pero a su vez, es en la que nos sentimos más alejados los unos de los otros y en la que estamos más separados del Todo que nunca. El miedo, la desconfianza, la aversión, la intolerancia y una clara tendencia hacia la dominación, el control, el poder y la posesión, son solo algunos indicadores que nos muestran que un individuo, grupo o sociedad sigue anclado en la tercera dimensión de conciencia.
Quien permanezca en tercera dimensión de conciencia, lo más probable es que las experiencias que le lleguen en clave de infortunios, desgracias o reveses de fortuna, no sean debidamente comprendidas y vividas por tanto de manera dolorosa. Pero en la medida en que uno va conectando con una conciencia superior más lúcida, empática y desapegada, comienza a comprender que todo lo que le ocurre en la vida tiene un motivo, una causa, un propósito y un por qué, a pesar de que la respuesta a menudo permanezca fuera de su alcance. Esta comprensión permite comenzar a liberarse de un victimismo que solo trae consigo una mayor desdicha y sufrimiento.
Aquí es donde se nos presentan los mayores retos de crecimiento y evolución, puesto que da comienzo la ardua tarea de integración consciente hacia el Ser Único.
Cuarta Dimensión de Conciencia
A pesar de que grandes conciencias han ido viniendo una y otra vez a dar un impulso a la humanidad, es en estos albores del siglo XXI cuando se está produciendo el mayor despertar global a cuarta dimensión de conciencia como nueva realidad. Pero tal y como ocurrió en anteriores transiciones dimensionales, ésta se irá igualmente implementando de manera gradual. Hasta que no alcancemos una determinada masa crítica de conciencias vibrando a cuarta dimensión, la nueva realidad seguirá conviviendo con la antigua y los nuevos patrones de organización seguirán estando condicionados por los viejos esquemas y códigos de conducta.
Pero cada vez son más las personas que sienten la necesidad de buscar respuestas que aporten un mayor significado a su experiencia existencial, que desean comprender un poco mejor su realidad personal y que se plantean seriamente cuál debería ser su rol en la sociedad. Este inconformismo respecto a lo que por tanto tiempo lleva establecido como modelo organizativo inamovible, pero que en la actualidad se percibe como obsoleto, es el origen de un cambio vibracional a gran escala cuyos efectos tarde o temprano acabarán por provocar el desmoronamiento de las antiguas estructuras de poder, que darán paso a unos modelos socioeconómicos más justos y equitativos.
Es en la cuarta dimensión de conciencia cuando se percibe con claridad el concepto de reciprocidad. Aquí nos hacemos conscientes de que cada uno de nuestros actos repercute de manera directa o indirecta en la sociedad y que, por consiguiente, afecta a la vida de los demás. En cuarta dimensión decidimos asumir una responsabilidad mayor, pues nos damos cuenta de que toda implicación es necesaria si lo que se pretende es que el cambio colectivo llegue a materializarse.
Esta es la conciencia que moviliza a todo aquél que lucha por imponer la justicia y la igualdad entre los hombres, erradicar la pobreza, atender al necesitado, proteger el medioambiente y tratar de hacer en definitiva de este mundo un lugar mejor. Es la dimensión en la que comenzamos a regresar a una conciencia de integración grupal, aunque sin perder de vista nuestra identidad personal.
En la actualidad son muchos los seres de este planeta que ya tienen bien consolidada su expansión de conciencia a cuarta dimensión, y viven por tanto sus vidas de manera mucho más consciente, responsable y solidaria.
Quinta Dimensión de Conciencia
La quinta dimensión de conciencia es una frecuencia cuya característica principal es que comenzamos a recordar quiénes somos realmente. Aquí nos volvemos conscientes de que existe un Yo profundo que se encuentra más allá del cuerpo y de la personalidad, un Yo que no se identifica con un nombre, una profesión, un estatus social ni con cualquier otra faceta o expresión externa que nos pueda diferenciar de los demás, sino con el amor y la conciencia que reposa en nuestro interior.
Aquí sabemos que la vida no termina en el plano físico, sino que se extiende mucho más allá de la ilusoria vida terrena, la cual era percibida hasta entonces como la única realidad posible. En quinta dimensión tomamos conciencia de nuestra naturaleza eterna e inmortal, y asumimos la tarea de tener que regresar una y otra vez al plano físico en busca del conocimiento vivencial que nos permitirá ir ascendiendo a nivel conciencial.
En quinta dimensión de conciencia los lazos con nuestros semejantes se han ido estrechando hasta el punto en que, gracias al amor y a la compasión que de manera natural emana de quien sintoniza con esta frecuencia; nos sentimos literalmente unidos a un gran número de personas. Conectamos de este modo con una conciencia grupalde mayores dimensiones, aunque nuestra percepción de unidad todavía es parcial.
No podemos evitar sentir un cierto distanciamiento con aquellos seres que se encuentran en niveles de conciencia muy inferiores al nuestro, así como con quienes lo están en otros de muy superiores. Todavía hay camino aquí por recorrer antes no se disuelva por completo esta distinción.
Sexta Dimensión de Conciencia
Este nuevo “despertar” llega a nuestras vidas cuando alcanzamos una percepción “no-dual” de la realidad. Cuando esto ocurre, comenzamos a percibir una ausencia de confrontación entre los pares de opuestos. Lo que hasta entonces solíamos calificar de bueno o de malo, de positivo o negativo, de justo e injusto…, empieza a cobrar ahora un nuevo significado. Dejamos de identificarnos sistemáticamente con una de las dos polaridades inherentes al mundo manifestado y pasamos a situarnos en una posición más elevada y unitaria. Una posición cuya perspectiva nos ofrece una visión de la realidad mucho más amplia e integradora. Es en este punto cuando conectamos con la “conciencia crística”, una energía de muy alta frecuencia que nos abraza cálidamente y hace que nuestra vida se vuelva mucho más amorosa, pacífica y conciliadora.
La sexta dimensión de conciencia es una frecuencia vibracional que otorga al Ser el conocimiento vivencial de la Unidad. Y cuando se descubre que no hay separación alguna entre uno mismo y todos los seres de la creación, se advierte que ya no hay lugar para la aversión, la intolerancia, la crítica ni el reproche. Los antiguos moldes de ordenamiento que habíamos fabricado para encasillar la diversidad en la que vivimos ya no sirven, son inútiles; las barreras que nos separaban han caído, y cualquier juicio de valores que se pretenda hacer solo puede ir dirigido hacia uno mismo.
Si alzamos la vista vemos desde aquí con claridad como todo converge hacia un único e infinito haz de Luz-Conciencia que Todo lo abarca y Todo lo ilumina. Es al dirigir la mirada hacia abajo cuando nos damos cuenta de que esta inmaculada Luz Primordial se percibe de manera muy fragmentada en los planos inferiores debido al efecto que produce atravesar las diferentes capas de densidad que conforman la materia. Es por tanto esta Luz-Conciencia disgregada en múltiples haces proyectados sobre la Tierra en una gran diversidad de formas, colores y tonalidades, lo que provoca que también sean muchas las percepciones, creencias e interpretaciones que se hagan de una misma Realidad.
Pero en el instante en que uno ya solo ve esta única Luz Primigenia como el origen y el fin de la Verdad Suprema, es como el ave que emprende el vuelo y contempla desde lo alto con su visión panorámica, los efectos de una dualidad a la que hasta hace bien poco él también estaba sometido.
En este elevado nivel de conciencia ya no se persiguen reconocimientos ni halagos, tampoco saciar placeres u obtener réditos o ventajas; lo único que verdaderamente se ansía es la Unión con lo Divino y la Libertad. Estos anhelos relativamente sencillos de comprender a nivel conceptual, de nada sirven si no se viven como tales. Este es el inmenso valor que tiene cada una de las vidas que vivimos. No basta con creer, pensar, filosofar, conceptualizar o teorizar sobre un determinado estado, nivel de conciencia o condición espiritual; si lo que se pretende es que ello adquiera validez y sea integrado en el Ser, será necesario tener que sentirlo, vivirlo, llevarlo a la práctica y experimentarlo en carne propia aun cuando la sola idea de tener que volver a encarnar suponga un fatigoso pesar.
Para el ser que ha alcanzado este grado de desprendimiento en el que nada de lo que pueda haber en el mundo despierta ya su interés, probablemente la sensación que tenga al pensar en una nueva vida terrena es que ésta será del todo infructuosa y estéril. Pero, ¿de qué otro modo sino podría llegar a consumarse este anhelo de liberación? Así es que aun después de haber conseguido trascender la quinta dimensión de conciencia, donde todavía uno se encuentra sometido al ciclo de muerte y renacimiento a causa del deseo y el karma; también aquí sigue habiendo una cierta necesidad de renacimiento. La diferencia no obstante es significativa. Nacer de nuevo no significa comenzar de nuevo. Cuando un ser que procede de la esfera crística desciende al plano físico para iniciar un nuevo ciclo vital, éste apenas se verá sometido a la ilusión de maya. Al permanecer su espíritudespierto en una esfera no dual de la realidad, bastará con que se produzca una débil conexión con su verdaderoYo, para que su mente egoicadespierte también en el mundo terrenal.
Esta es la dimensión de conciencia en la que se encuentran muchos de los verdaderos místicos e iniciados como los bodhisattvas, rishis, mahatmas, profetas y santos de todas las religiones; es decir, grandes almas al servicio de Dios y del hombre.
Séptima Dimensión de Conciencia
La séptima dimensión de conciencia es la frecuencia del amor en estado puro y de la integración completa al Ser Único. Las diferencias que hay entre sexta y séptima dimensión son desde luego mucho más sutiles que las que podíamos encontrar en dimensiones anteriores. Ambas contemplan la misma Unión con el Absoluto, pero si bien en sexta dimensión de algún modo todavía había que apartar los “velos de ignorancia” para poder observar la Realidad desnuda, en séptima dimensión ya no es necesario ni tan siquiera hacer este gesto, puesto que aquí todos los velos ya han caído.
Nada hay en esta dimensión que pueda interferir la clara visión de la Realidad, ni que sea capaz de perturbar la paz interior de los seres que aquí se encuentran. Se trata de un sublime y perpetuo estado inalterado de conciencia, prácticamente imposible de sostener estando sometido a las vicisitudes de la vida terrena. Solamente grandes Maestros de Sabiduría como Buda, Jesús o Krishna (entre otros), son capaces de experimentar en el plano físico esta Unión con el Todo (o estado nirvánico), más allá de los periodos de tiempo que pueda durar una meditación, una práctica espiritual o cualquier otro tipo de experiencia extática que los conecte fugazmente con la Fuente.
Así es que después de haber recorrido durante eones el largo camino ascendente de regreso al Hogar y haber completado todo un ciclo evolutivo, alcanzar la séptima dimensión de conciencia es la más bella culminación de un largo proceso que convierte a estos seres plenamente realizados en los venerables Maestros Ascendidos.
Autor: Ricard Barrufet Santolària, redactor de la Gran Hermandad Blanca
Fuente: “Planos de Existencia, Dimensiones de Conciencia”