harmonia.la
Contacto Interactivo
La noción del gurú genera enorme polémica en Occidente. Si bien existen casos muy sonados en los que algunos gurús notablemente han abusado del poder y la fe que se les entrega y otros más en los que se ha probado que su supuesta realización espiritual es una farsa --vienen a la mente casos como los de Sathya Sai Baba y Shoko Asahara--, no por ello se debe condenar de tajo la noción del gurú. Al hacerlo, usando una expresión popular, estaríamos "tirando al bebé (o al Buda) con el agua de baño" y es que todas las tradiciones espirituales de alguna manera u otra giran en torno al maestro espiritual o gurú, sin el cual la iluminación es prácticamente imposible.
Es parte del escepticismo que raya en el cinismo de Occidente pensar que todos los santos, profetas y yoguis que la humanidad ha reverenciado eran en realidad impostores o enfermos mentales. El psicólogo William James lo expresó bien: "El materialismo médico acaba con San Pablo llamando su visión en el camino a Damasco una descarga producida por una lesión en el cortéx occipital, él siendo un epiléptico. Descarta a Santa Teresa como una histérica y hace de San Francisco de Asís un degenerado hereditario [tomando literalmente la zoofilia]". La realidad es que han existido y existen actualmente personas que podemos llamar santas o iluminadas, por haber alcanzado una comunión divina o al menos por haber vivido con una sabiduría, bondad, disciplina, etc., que los hacen ejemplos extraordinarios. Lo dijo el historiador Arnold Toynbee: "¿Quiénes son los más grandes benefactores de la humanidad? Yo diría que Confucio y Lao-Tse, el Buda, los profetas de Israel, Zoroastro, Jesús, Mahoma y Sócrates".
Como bien detectó Chögyam Trungpa Rinpoche, el hombre occidental tiene una especial reticencia a entregarse a los dictámenes de un gurú, acaso debido a que vivimos en una sociedad hiperindividualista, donde se asume que cada persona no sólo puede sino debe hacer lo que quiera --la "regalada gana" como un derecho constitucional de la sociedad consumista. Asimismo la espiritualidad se mezcla con el materialismo, la dinámica del shopping y el utilitarismo, lo cual suele inflar el ego y generar una mentalidad de competencia: el maestro espiritual es visto como alguien del cual se puede obtener un beneficio, casi como una mercancía con la cual se puede lucrar y a partir de la cual uno podrá convertirse en el maestro (que era lo que realmente queríamos). La devoción, el fundamento de la práctica espiritual, es vista como debilidad. Lo que se busca es el empoderamiento del yo --algo que de facto anula todo camino espiritual tradicional, ya que éste está basado invariablemente en la anulación o aniquilación del yo o ego, que es lo que permite un estado de identidad divina y favorece la acción compasiva y desinteresada. Debemos estar atentos a la prestdigitación y a las acciones subrepticias del ego, que "es capaz de transformar todas las cosas en algo que lo beneficie, incluyendo la espiritualidad", según Trungpa.
El ego --o la fijación en una identida sólida e independiente-- es la gran barrera que debemos vencer para poder establecer un contacto profundo con un maestro espiritual. "Es esencial entregarte, abrirte, presentar lo que realmente eres, en vez de querer presentarte como un estudiante digno", dice Trungpa. Si queremos realmente avanzar en un camino espiritual debemos reconocer que no estamos bien y estar dispuestos a abandonarlo todo, especialmente toda esa fortaleza que hemos construido para maquillar nuestra existencia y afirmar nuestra personalidad. Todo aquello que nos produce comodidad (la comodidad es falsedad pues vivimos en un mundo impermanente, pronto moriremos y en el estado de conciencia en el que estamos sólo puede proseguir el sufrimiento). El gurú es esencialmente aquel que nos pide hacer todo lo que no nos gusta para hacernos crecer. Si tu maestro espiritual no te ha hecho enfrentarte con aspectos que no te gustan y realizar tareas que te producen dificultad y hasta pánico quizás deberías cuestionar su autoridad o al menos el interés que tiene por ti.
Dicho eso, la adoración del gurú en una conciencia inmadura puede devenir en una peligrosa idealización en la que se proyectan, con una alta dosis de wishful thinking, las propias carencias psicológicas a una figura sobrehumana que es capaz de resolverlas, de salvarnos. Se olvida que el gurú a fin de cuentas es un ser humano, al menos en tanto que ocupa un cuerpo humano por un momento en el tiempo. "En esos casos el maestro no puede hacer nada mal y todo aquello que él o ella hace es interpretado como una enseñanza divina infalible para el beneficio de los demás. Los peligros de esta actitud han sido objeto del morbo mediático por años", escribe el profeso Roger Walsh en el prólogo al excelente libro de Georg Feuerstein Holy Madmen. Esta actitud de pasividad infantil puede hacer que una persona pierda una mente crítica y deje de cuestionar sanamente las enseñanzas. "El conocimiento debe ser pasado por el fuego, martillado y pulido como el oro puro", dice Chögyam Trungpa. Aunque el gurú es esencial, como una medicina lo es para curarnos, somos nosotros los que debemos recorrer el camino, tomar la medicina y seguir las indicaciones del médico.
El tema del gurú o maestro espiritual es delicado ya que por una parte numerosas tradiciones nos dicen que la iluminación no es posible sin la cuidadosa asistencia de un maestro, pero por otra parte son escasos los maestros realizados y abundantes las personas que, sin una percepción depurada, ansían encontrar un gurú. Asimismo, por su propia naturaleza, el gurú es un ave rara, como se ha dicho, una de las principales características de un santo es que desafía las conductas y la percepción ordinaria. Rompe con la realidad convencional y por lo tanto no podemos juzgarlo con una mente convencional. De aquí el concepto de "sabiduría demente" (crazy wisdom) que se ha popularizado en los últimos años. El gurú en la tradición budista tibetana representa al Buda, es una encarnación de las enseñanzas que se manifiesta para nuestro propio beneficio en un contexto único, y por lo tanto no puede ser comparado o evaluado con una serie de lineamientos estándares. El discípulo debe tener cierto discernimiento, pero a la vez una profunda fe, ya que de otra forma no podrá ver al Buda en el gurú y por lo tanto no podrá ver su propia naturaleza búdica reflejada en el espejo de la enseñanza. Feuerstein lo aclara:
Más que nunca estoy convencido de que un gurú es esencial en los niveles más altos de la práctica, porque el trabajo psicoenergético que es necesario para trascender el ego y la mente convencional es realmente formidable. Al ir desarrollándonos en el camino, el ego se vuelve cada vez más sutil y elusivo, y tener el espejo luminoso y pulido de un adepto avanzado es una ventaja enorme. Al mismo tiempo, como he escrito antes, debemos asumir completa responsabilidad por nuestra evolución espiritual. Respuestas adolescentes o infantiles a un gurú, que nos hacen vacilar entre emociones de dependencia e interdependencia, nunca nos llevarán a la iluminación. La insistencia del new age de que podemos y que quizás deberíamos andar el camino sin un maestro es, en mi opinión, una mera ilusión.
Twitter del autor: @alepholo
Es parte del escepticismo que raya en el cinismo de Occidente pensar que todos los santos, profetas y yoguis que la humanidad ha reverenciado eran en realidad impostores o enfermos mentales. El psicólogo William James lo expresó bien: "El materialismo médico acaba con San Pablo llamando su visión en el camino a Damasco una descarga producida por una lesión en el cortéx occipital, él siendo un epiléptico. Descarta a Santa Teresa como una histérica y hace de San Francisco de Asís un degenerado hereditario [tomando literalmente la zoofilia]". La realidad es que han existido y existen actualmente personas que podemos llamar santas o iluminadas, por haber alcanzado una comunión divina o al menos por haber vivido con una sabiduría, bondad, disciplina, etc., que los hacen ejemplos extraordinarios. Lo dijo el historiador Arnold Toynbee: "¿Quiénes son los más grandes benefactores de la humanidad? Yo diría que Confucio y Lao-Tse, el Buda, los profetas de Israel, Zoroastro, Jesús, Mahoma y Sócrates".
Como bien detectó Chögyam Trungpa Rinpoche, el hombre occidental tiene una especial reticencia a entregarse a los dictámenes de un gurú, acaso debido a que vivimos en una sociedad hiperindividualista, donde se asume que cada persona no sólo puede sino debe hacer lo que quiera --la "regalada gana" como un derecho constitucional de la sociedad consumista. Asimismo la espiritualidad se mezcla con el materialismo, la dinámica del shopping y el utilitarismo, lo cual suele inflar el ego y generar una mentalidad de competencia: el maestro espiritual es visto como alguien del cual se puede obtener un beneficio, casi como una mercancía con la cual se puede lucrar y a partir de la cual uno podrá convertirse en el maestro (que era lo que realmente queríamos). La devoción, el fundamento de la práctica espiritual, es vista como debilidad. Lo que se busca es el empoderamiento del yo --algo que de facto anula todo camino espiritual tradicional, ya que éste está basado invariablemente en la anulación o aniquilación del yo o ego, que es lo que permite un estado de identidad divina y favorece la acción compasiva y desinteresada. Debemos estar atentos a la prestdigitación y a las acciones subrepticias del ego, que "es capaz de transformar todas las cosas en algo que lo beneficie, incluyendo la espiritualidad", según Trungpa.
El ego --o la fijación en una identida sólida e independiente-- es la gran barrera que debemos vencer para poder establecer un contacto profundo con un maestro espiritual. "Es esencial entregarte, abrirte, presentar lo que realmente eres, en vez de querer presentarte como un estudiante digno", dice Trungpa. Si queremos realmente avanzar en un camino espiritual debemos reconocer que no estamos bien y estar dispuestos a abandonarlo todo, especialmente toda esa fortaleza que hemos construido para maquillar nuestra existencia y afirmar nuestra personalidad. Todo aquello que nos produce comodidad (la comodidad es falsedad pues vivimos en un mundo impermanente, pronto moriremos y en el estado de conciencia en el que estamos sólo puede proseguir el sufrimiento). El gurú es esencialmente aquel que nos pide hacer todo lo que no nos gusta para hacernos crecer. Si tu maestro espiritual no te ha hecho enfrentarte con aspectos que no te gustan y realizar tareas que te producen dificultad y hasta pánico quizás deberías cuestionar su autoridad o al menos el interés que tiene por ti.
Dicho eso, la adoración del gurú en una conciencia inmadura puede devenir en una peligrosa idealización en la que se proyectan, con una alta dosis de wishful thinking, las propias carencias psicológicas a una figura sobrehumana que es capaz de resolverlas, de salvarnos. Se olvida que el gurú a fin de cuentas es un ser humano, al menos en tanto que ocupa un cuerpo humano por un momento en el tiempo. "En esos casos el maestro no puede hacer nada mal y todo aquello que él o ella hace es interpretado como una enseñanza divina infalible para el beneficio de los demás. Los peligros de esta actitud han sido objeto del morbo mediático por años", escribe el profeso Roger Walsh en el prólogo al excelente libro de Georg Feuerstein Holy Madmen. Esta actitud de pasividad infantil puede hacer que una persona pierda una mente crítica y deje de cuestionar sanamente las enseñanzas. "El conocimiento debe ser pasado por el fuego, martillado y pulido como el oro puro", dice Chögyam Trungpa. Aunque el gurú es esencial, como una medicina lo es para curarnos, somos nosotros los que debemos recorrer el camino, tomar la medicina y seguir las indicaciones del médico.
El tema del gurú o maestro espiritual es delicado ya que por una parte numerosas tradiciones nos dicen que la iluminación no es posible sin la cuidadosa asistencia de un maestro, pero por otra parte son escasos los maestros realizados y abundantes las personas que, sin una percepción depurada, ansían encontrar un gurú. Asimismo, por su propia naturaleza, el gurú es un ave rara, como se ha dicho, una de las principales características de un santo es que desafía las conductas y la percepción ordinaria. Rompe con la realidad convencional y por lo tanto no podemos juzgarlo con una mente convencional. De aquí el concepto de "sabiduría demente" (crazy wisdom) que se ha popularizado en los últimos años. El gurú en la tradición budista tibetana representa al Buda, es una encarnación de las enseñanzas que se manifiesta para nuestro propio beneficio en un contexto único, y por lo tanto no puede ser comparado o evaluado con una serie de lineamientos estándares. El discípulo debe tener cierto discernimiento, pero a la vez una profunda fe, ya que de otra forma no podrá ver al Buda en el gurú y por lo tanto no podrá ver su propia naturaleza búdica reflejada en el espejo de la enseñanza. Feuerstein lo aclara:
Más que nunca estoy convencido de que un gurú es esencial en los niveles más altos de la práctica, porque el trabajo psicoenergético que es necesario para trascender el ego y la mente convencional es realmente formidable. Al ir desarrollándonos en el camino, el ego se vuelve cada vez más sutil y elusivo, y tener el espejo luminoso y pulido de un adepto avanzado es una ventaja enorme. Al mismo tiempo, como he escrito antes, debemos asumir completa responsabilidad por nuestra evolución espiritual. Respuestas adolescentes o infantiles a un gurú, que nos hacen vacilar entre emociones de dependencia e interdependencia, nunca nos llevarán a la iluminación. La insistencia del new age de que podemos y que quizás deberíamos andar el camino sin un maestro es, en mi opinión, una mera ilusión.
Twitter del autor: @alepholo