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8 libros para meditar y aprender de su filosofía

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ojodeltiempo.com
En una época donde todo el mundo quiere aprender a meditar rápidamente, en una sentada, resulta importante contar con una base teórica establecida dentro de un conocimiento tradicional. Después de todo, aunque hoy en día el movimiento mindfulness intenta hacer de la meditación algo meramente científico y secular, alguna forma de meditación ha sido esencial a todas las tradiciones religiosas en las cuales se ha practicado por miles de años. Es por ello que obtendremos beneficios de revisar también algo de la filosofía que existe detrás de la meditación, de consultar fuentes originales reputadas sobre cómo meditar y de entender cómo se practicaba la meditación tradicionalmente.
A continuación una lista un tanto heterogénea que abarca distintas tradiciones para consolidar una práctica meditativa que vaya más allá de la búsqueda de la relajación de la mente y del bienestar inmediato. Recordemos que la meditación en realidad es una disciplina que busca la liberación del sufrimiento a través del conocimiento de la mente. Para el budismo, por ejemplo, esto se logra al establecerse en el estado natural de la mente, el cual es no-conceptual, no-dual y desde el cual se descubre que las cosas no tienen existencia inherente. Para otras tradiciones, la meditación permite también la correcta percepción o erradicación del yo ilusorio o ego pero para que el individuo se identifique con la divinidad, o la conciencia que persiste cuando se ha eliminado la identificación con un ego separado de la totalidad de la existencia.
El Arte de Vivir: Meditación Vipassana tal y como la enseña SN Goenka
Goenka fue un maestro de meditación birmano que cobró notoriedad por fundar una serie de centros de meditación budista en todo el mundo, en los cuales se enseña meditación de manera gratuita (con una donación voluntaria). En estos centros se enseña una forma particular de vipassana orientada a que los alumnos logren experimentar en carne propia la impermanencia de todas las cosas. Esto se logra primero estableciendo al alumno el samadhi (concentración) y luego con una técnica de barrido corporal muy utilizada en el budismo, en el que la mente va registrando las sensaciones de cada parte del cuerpo sin identificarse con ninguna. Este proceso poco a poco va haciendo que surjan los sankharas, los compuestos kármicos que yacen en en el inconsciente y, según se enseña, al no reaccionar ante su surgimiento, practicando la ecuanimidad, estos se disuelven y la persona se libera del karma. En este pequeño libro compilado por uno de sus alumnos, Goenka enseña las bases de su sistema y responde a las preguntas más comunes de los alumnos que buscan establecerse en la práctica de vipassana.
Más allá del materialismo espiritual, de Chogyam Trungpa
Uno de los textos clásicos de los setenta, en la época en la que el budismo tibetano empezó a conocerse masivamente en Estados Unidos, gracias sobre todo a Chogyam Trungpa Rinpoche, el controversial maestro que fundó la Universidad de Naropa y que inició a la meditación a los poetas beat. Se ha dicho que Trungpa fue el primer budista tibetano que realmente entendió la mente occidental y este libro es un análisis de las tendencias y peligros que enfrentan los buscadores occidentales. El diagnóstico de Trungpa es más actual que nunca, sugiriendo que la espiritualidad ha sido cooptada por el mercado y la mayoría de las personas que buscan hacer yoga, meditar o tomar una práctica espiritual lo hacen como una forma de inflar su ego y hacer lo que hoy llamamos “spiritual bypassing”, utilizar la sensación placentera y superficial que recibe el ego de practicar una disciplina para no enfrentar sus verdaderos problemas. Esto es lo que Trungpa llama “materialismo espiritual”, una misma dinámica hedonista y samsárica de comprar el bienestar y obtener estatus material a través de una supuesta espiritualidad. Lectura recomendada para que pensamos en nuestras motivaciones antes de sentarnos ameditar y depuremos nuestras intenciones. En este libro Trungpa, además, introduce a las bases de la meditación, el tantra y las cuatros nobles verdades del Buda.
The Attention Revolution, de Alan Wallace
Este es el libro que Alan Wallace escribió para introducir a la meditación budista, específicamente el shamata. Alan Wallace es uno de los grandes traductores del budismo tibetano, quien además es físico por lo cual combina un entendimiento tradicional con un conocimiento científico, lo cual es la unión perfecta para un occidental que quiere meditar con el confianza de un método que es avalado por la ciencia y que también busca acceder a las fuentes originales. El shamata es el tipo de meditación que el budismo enseña como preliminar para acceder al vipassana y otras formas de meditación más avanzadas, se basa en el entrenamiento de la mente utilizando objetos de meditación. También se describe como meditación unipuntual. Se considera que dominar el shamata es equivalente al samadhi (concentración o calma mental), uno de los tres pilares dentro del óctuple noble sendero de la iluminación que enseñó el Buda, y es la antesala del prajna, la sabiduría (la cual es resultado de la meditación vipassana o introspectiva y analítica). En el budismo tibetano es esencial establecer el shamata para poder realizar meditaciones no duales como el estado del dzogchen o el mahamudra.
La Mente en Meditación, de Jiddu Krishnamurti
J. Krishnamurti había sido elegido por la teosofía como el mesías de una nueva era o el Maitreya, el nuevo maestro mundial. Pero Krishnamurti renunció a todo esto y se dedicó a hacer su propio camino, investigando en su interior los principios universales que sostienen las tradiciones religiosas. La obra de Krishnamurti se caracteriza por su firmeza y integridad y por una búsqueda del silencio y una eliminación de todo lo que es rito inesencial. Krishnamurti enseñó que “la verdad era una tierra sin senderos” y no podía depender de dogmas, credos o instituciones; era necesario una revolución interior que se basara en la experiencia de la liberación más allá de palabras o conceptos. “Cuando el hombre se vuelva consciente del movimiento de su propia conciencia podrá ver la división entre el pensamiento y el pensador, el observador y lo observado, el que experimenta y la experiencia. Descubrirá entonces que esta división es una ilusión. Sólo entonces existe una pura observación que es un conocimiento sin la sombra del pasado. Este conocimiento trae un cambio profundo y radical en la mente. Es por ello que es tan importante la meditación. En este libro se reúnen fragmentos de diferentes libros y pláticas en las que Krishnamurti habló sobre la meditación y sobre los aspectos esenciales de la mente. A continuación un fragmento:
Esa noche, particularmente en ese valle distante de antiguas colinas que que esculpían finamente las peñas, el silencio era tan real como el muro que tocabas. Y veías las estrellas brillantes por la ventana. No era el silencio autogenerado; no era que la tierra estaba quieta y los pobladores se habían ido a dormir, sino que venía de todas partes –de las estrellas distantes, de esas colinas oscuras, y de tu propia mente y corazón. Este silencio parecía cubrir todas las cosas desde el más pequeño grano de arena en el estero –que sólo conoció el agua corriente cuando llovió– hasta el alto y expansivo baniano y una ligera brisa que ahora soplaba. Hay un silencio de la mente que nunca es tocado por ningún ruido, por ningún pensamiento o por el viento pasajero de la experiencia. Es este silencio que es inocente, y tan interminable. Cuando hay este silencio de la mente, la acción brota de él, y esta acción no causa confusión ni miseria.
La meditación de una mente que es completamente silenciosa es la bendición del hombre que siempre está buscando. En este silencio toda cualidad de silencio es.  Hay ese extraño silencio que existe en un templo o en una iglesia vacía en un pueblo remoto, sin el ruido de turistas o fieles; y el silencio oneroso que yace en la superficie del agua que es parte de aquello que está afuera del silencio de la mente.
La mente meditativa contiene todas estas variedades, cambios y movimientos del silencio. Este silencio de la mente es la verdadera mente religiosa y el silencio de los dioses es el silencio de la Tierra.
La mente meditativa fluye en ese silencio, y el amor es la vía de esta mente. En este silencio hay dicha y alegría.
Meditaciones sobre los Arcanos del Tarot, Valentin Tomberg
Un libro que primero fue publicado anónimamente, el cual nos introduce a cada uno de los arcanos del Tarot desde la perspectiva del cristianismo hermético, con abundantes comentarios que ligan cada carta a un proceso iniciático que toma del yoga y del vedanta y por supuesto del cristianismo y el esoterismo occidental.
Este libro es excelente para introducirse a un tipo de meditación que se ha olvidado pero que pertenece a nuestra tradicción occidental. La lectio divina del cristianismo, compuesta por cuatro partes. “Lectio” (leer) esto es leer un texto considerado como sagrado para relajar la mente y dirigir la atención. “Meditatio” (meditar) esto es meditar en el sentido occidental del término, es decir, reflexionar o ponderar sobre algo, en este caso sobre lo que leemos. “Oratio” (rezar) a partir de la lectura realizar una oración que conecte con lo que hemos leído, esto nos permite utilizar el poder de la palabra que es, según el cristianismo, igual a la luz. “Contemplatio” (contemplar), este es el silencio de la contemplación, el silencio espiritual en el que la experiencia se comparte y lo más cercano a lo que conocemos actualmente como la meditación. Para el cristianismo místico este es el momento en el que el amor se comparte, y se llena el espacio del silencio en el que dios se hace conocido como una profunda oscuridad. En el budismo hay una historia hermosa que podemos comparar. Algunos relatos del budismo zen sugieren que su origen se encuentra en un sermón que los discípulos del Buda esperaban que diera en el Monte del Buitre; pero en este caso el Buda simplemente los miró en silencio e hizo girar una flor azul. Los discípulos no entendieron y se mostraron perplejos, salvo Mahakshyapa, quien empezó a reír con genuina alegría por haber comprendido. Buda entonces transmitió la sutil enseñanza que yace más allá de las escrituras y las palabras a este monje que se convertiría en patriarca del zen.
Tomberg fue uno de los esoteristas más eruditos del siglo XX y además escribe con una sensualidad deliciosa que inspira al practicante a buscar el silencio místico, que es la base de la espiritualidad. Aquí un fragmento:
¿Algunas vez has bebido silencio? Si tu respuesta es afirmativa, entonces ya sabes lo que es la concentración sin esfuerzo.
Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se vuelve un elemento fundamental siempre presente en la vida del alma. Es como el servicio perpetuo en la iglesia del Sagrado Corazón en Montemartre que se realiza en París mientras uno trabaja, uno interactúa, uno se divierte, uno sueña, uno muere… De la misma forma que “un servicio perpetuo” de silencio se establece en el alma, esto continua siempre aunque uno esté trabajando o cuando uno está conversando. Esta “zona de silencio”, una vez establecida, es un manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como para el descanso. Entonces tendrás no sólo concentración sin esfuerzo, también actividad sin esfuerzo
Conversaciones con Sri Ramana Maharshi
Este es el libro que reúne las cándidas e iluminantes conversaciones que Sri Raman Maharshi tuvo con sus alumnos en su ashram en la década de los 30 en India y a través de las cuales enseñó su método de autoindagación. Maharshi es considerado uno de los grandes maestros espirituales del siglo XX, admirado por personajes de la talla de Gandhi o de Jung y es casi unánimemente aceptado que alcanzó la iluminación. Algo que logró no a través del estudio de los libros sino de cultivar su estado natural y, sobre todo, de reconocer lo que llamaba el Yo. Este yo no es el yo individual o ego, sino es el Yo superior que tradicionalmente se ha identificado con el Brahman, la conciencia absoluta que sólo ilusoriamente existe de manera fragmentaria. Maharshi desarrolló un método para meditar sobre el propio yo, preguntándose quien es el yo que está detrás de los pensamientos y llegando a la reidentificación del atman con el Brahman. En este libro se expone su método entre innumerables perlas de sabiduría intemporal.
Buddhist Meditation, de Edward Conze
Este es un libro importante en la historia del budismo occidental, ya que Conze fue  tal vez el primer académico que se convirtió al budismo y praticó meditación, siguiendo al maestro Buddhaghosa. Esto es algo harto común hoy en día y hasta obligatorio en el caso de algunos traductores que traducen termas  (textos ocultos como tesoros) y tantras.  Aquí Conze hace una recopilación de textos clásicos budistas que hablan sobre la meditación. “La meditación es un término europeo que abarca tres diferentes cosas, que los budistas siempre distinguen: mindfulness [sati y samatha], concentración [samadhi] y sabiduría [prajna]”, dice Conze. El occidental promedio e incluso muchos de los “budistas” occidentales sólo lidian con las dos primeras partes de esta disciplina; estas dos partes constituyen las etapas iniciales o preliminarles; la tercera parte es la más importante –si bien las tres partes son esenciales y consideradas como espirituales en el budismo– y de hecho es la finalidad de todo el trabajo: la sabiduría (algo que rara vez se menciona en la meditación pop occidental).
Sobre la sabiduría, la finalidad de toda meditación, Conze dice que “es la virtud más alta” y señala que uno de los grandes maestros budistas de todos los tiempos, Buddhagosa, la define así: “aquello que penetra en los dharmas tal como son y destruye la oscuridad de la ilusión, la cual cubre la naturaleza esencial de los dharmas”. En otras palabras, aquello que va más allá de las apariencias y es capaz de ver el mundo tal como es. La meditación de la sabiduría es aquello “que nos permite entrar en contacto con la verdadera realidad, la dimensión del dharma”, dice Conze, y por lo tanto va más allá del estado de relajación o de concentración o incluso del trance asociados con ciertas etapas de la meditación y es un entrar en conocimiento de y hacerse cómo la realidad, es decir el plano absoluto, inmutable que en escuelas posteriores se llamaría el Dharmakya, o el cuerpo de la realidad (algo que en budismo se dice es la vacuidad misma).
Conze es más enfático cuando dice, glosando el Anguttara Nikaya, simplemente que la meta de la meditación es el nirvana: “Y puesto que gracias a ella el deseo se extingue en todas sus formas, se desvanece y se detiene, por ello se le llama ‘la extinción del deseo, de la pasión, la cesación’. Y se le llama nirvana, porque ha dejado atrás el deseo, se ha escapado de él, se ha disasociado de él”. Siendo el deseo el hilo que imbrica la existencia en el ciclo de samsara. muerte y renacimiento.
El Sendero De La Purificación – Visuddhimagga Buddhaghosa
Este es el libro esencial para la tradición budista en lo que refiere a la meditación. El gran erudito indio del siglo V, Buddhaghosa, explica aquí los fundamentos del Abidharma, la estructura lógica y filosófica que sustenta la práctica budista y profundiza sobre la meditación vipassana o meditación de introspección, a través de la cual se logra la sabiduría de lo que enseñó el Buda (cosas como la inexistencia de un yo estable, y más tarde, en lo que concierne al Mahayana, la vacuidad o ausencia de existencia inherente de todas las cosas). El libro también es considerado la recopilación más importante de las esesñanzas del budismo theravada que se encuentran en la canasta de textos pali. La versión en español cuenta con más de 500 páginas; la versión inglesa más de 900. Como siempre se recomienda a los lectores buscar los textos en los idiomas originales o en su defecto en los idiomas de las traductores. En español la mayoría de los textos budistas que tenemos son traducciones de traducciones, algo que es especialmente lamentable ya que en inglés se está viviendo una época dorada en la traducción de textos budistas, en la que, además, algunos de los traductores son también dedicados practicantes.
“LA REVOLUCIÓN DE LA ATENCIÓN” DE ALAN WALLACE ES SIN DUDA UNO DE LOS MEJORES TEXTOS PARA INTRODUCIRSE AL VASTO MUNDO DE LA MEDITACIÓN BUDISTA
Si fuéramos al doctor como sociedad, como si todos fuéramos una sola persona, este hipotético doctor sin duda nos diría que tenemos déficit de atención. Esta es una de las condiciones emblemáticas de nuestra época, y, por ello, la capacidad de dirigir nuestra atención y calmar nuestra mente es una preciada medicina.
Tener una mente descontrolada –la llamada “mente de mono”– no sólo nos puede meter en problemas y producir diversos malestares: según el budismo, una mente así es incapaz de acceder a la realidad, de la misma manera que agua turbulenta o un espejo sucio no reflejan con fidelidad una imagen. Atendiendo a esta condición moderna, Alan Wallace, erudito del tibetano y del sánscrito, en su libro The Attention Revolution utiliza su amplio conocimiento de la tradición budista para proveer recursos con los que el individuo pueda salir del estupor y la distracción que le caracteriza como miembro de la sociedad moderna y logre catalizar el poder de su atención. Particularmente, Wallace prescribe el sistema tradicional de diez etapas del shamatha como el remedio ideal para nuestro padecimiento, un sistema “enormemente relevante para todo tipo de tareas humanas, desde mundanas hasta espirituales”. Los más de 2,500 años que lleva el budismo desarrollando lo que puede llamarse, sin temor a equivocarse, una “ciencia de la mente” avalan este conjunto de técnicas graduales de la pacificación de la mente.
El psicólogo William James, uno de los padres de la parapsicología y de los estudios de los estados de conciencia alterados, observó que la facultad de dominar la atención de la mente es el rasgo distintivo de las personas geniales. “Poseer una facultad de atención tan estable es incuestionablemente un gran regalo. Aquellos que la tienen pueden trabajar más rápido, y con menos desgaste nervioso”. James creía que esta facultad era mayormente innata, venía con la persona al mundo, resultado de lo que hoy llamamos genética y que antes sería el carácter o el mismo genio (el genio es la atención misma en este sentido). Wallace, sin embargo, difiere de James y explica, siguiendo en esto a la tradición budista, que aunque algunos aspectos de la mente claramente nos acompañan de entrada –como parte del depósito de nuestra continuidad mental que reencarna–, todas las personas tienen la capacidad de entrenar su mente y de conquistar el poder de su atención. Los niveles a los que puede llegar esto, como la tradición budista comprueba, son casi inimaginables para el estado actual de una mente que no se ha afilado y afinado por la práctica meditativa.
El shamatha es la vía regia que ha trazado la tradición contemplativa budista para controlar la atención y calmar la mente. Shamatha es traducido a veces como concentración unipuntual, pero su significado es más vasto que esto; se puede considerar en algunos aspectos equivalente al samadhi, uno de los tres pilares del óctuple sendero a la iluminación del Buda. Una traducción funcional que toma de su campo semántico sánscrito sería la de “pacificación o purificación de la mente” o también “estabilización o equilibrio de la mente”. El Buda enseñó que la concentración es la base sobre la cual se erige la sabiduría. Wallace cita al gran erudito del siglo VIII, Kamalashila:
Ya que la mente se mueve como un río, no permanece estacionaria sin el fundamento de la quietud. La mente que no se logra estabilizar es incapaz de conocer la realidad. El Buda también declaró ‘Una mente estable llega a conocer la realidad’ .
De aquí que el shamatha sea la base sobre la cual se practica la meditación vipashyana, o meditación de introspección cuyo fin es la sabiduría. “Si tu práctica de vipashyana no está fundamentada por el logro de shamatha, ningún entendimiento, despertar o transformación será duradero”, dice Wallace. (Debemos mencionar que existen diferencias entre lo que la tradición budista, especialmente la tibetana, considera como vipashyana y lo que algunos movimientos modernos llaman “vipassana“; éste último es en realidad una forma de shamatha, al menos para Wallace y otros maestros de meditación afianzados en la tradición).
Las primeras fases del shamatha consisten fundamentalmente en la aplicación de los métodos de meditación básicos del budismo, mayormente lo que se ha llamado “mindfulness” (recolección, sati en pali) o atención plena de la respiración, esto es observar la respiración y atender a las sensaciones táctiles que produce. Esto es enseñado por el Buda en el Anapanasutta y luego por diferentes maestros budistas, uno de los comentarios clásicos es el de Asanga.
Wallace nos va llevando por las diez etapas del shamatha, ofreciendo meditaciones para cada una con comentarios de maestros como Shantideva, Dudjom Lingpa, Padmasambhava, Buddhaghosa, Asanga y otros, desde la atención a las sensaciones que produce el aire al pasar a través de las fosas nasales, a la utilización de un signo adquirido o a establecerse en el estado natural de la mente y tomar la mente como objeto de meditación atendiendo a los pensamientos que surgen sin ninguna avidez o aversión: “una conciencia no elaborada, no juiciosa, centrada en el presente en el que cada pensamiento, sentimiento o sensación que surge en el campo de atención es reconocida y aceptada tal como es”.
La octava etapa es la atención unipuntual en la que el meditador logra sostenerse en un estado samadhi continuo, libre de las oscilaciones de la mente, como “un océano sin olas”. Esta etapa es considerada por Padmasambhava como meditación sin signo u objeto donde el meditador medita sobre la naturaleza de su propia conciencia.
Estas etapas más avanzadas del shamatha pueden coincidir con los estados que describen los practicantes del dzogchen y el mahamudra, en los cuales se logra tocar la naturaleza radiante de la mente y que pueden traducirse en cierto insight, propio del vipahsyana, si bien en el shamatha no se está practicando una meditación indagatoria o analítica. Pero de cualquier manera, al ahondar en la observación de la mente, la realidad de la mente puede empezar a mostrarse en su claridad natural.
“Los pensamientos ocurren, pero eso no necesariamente significa que existe un agente separado llamado ‘yo’. Más aún, como descubres cultivando el shamatha, hay veces que tampoco hay pensamientos. Pero aún así sigue habiendo una cognición de esa ausencia, con o sin un observador separado que sea consciente de esa ausencia”, dice Wallace. Ésta es la unidad mínima y básica de la cognición, la esencia no elaborada de la mente. Wallace sugiere un experimento mental. Imagínate en un tanque de aislamiento sensorial, donde llegas a perder toda noción del espacio a tu alrededor y de tu mismo cuerpo. Quedan los procesos mentales corriendo. Pero entonces es concebible que este espacio de cognición (awareness) sea vaciado incluso de todo el contenido mental (pensamientos, deseos, emociones, etc.) “Incluso sin un signo –un objeto con el cual te puedes identificar conceptualmente y al cual puedes dirigir tu atención– puede seguir existiendo una cogniciónd de la pura luminosidad y del hecho mismo de darse cuenta. La mente ha sido reducida a su naturaleza desnuda, un estado de vacuidad relativa. Pero esta vacuidad sigue estando iluminada por la conciencia. Un estado de cognición innato, quieto y vívido”.
Este es uno de los grandes misterios que ilumina la ciencia de la mente budista. El llamado problema duro de la ciencia moderna es la conciencia o el surgimiento de la experiencia subjetiva, para lo cual no existe una explicación materialista satisfactoria. El budismo tiene una alternativa, la conciencia o, mejor dicho, la capacidad natural de la mente de darse cuenta (awareness, en inglés, rigpa, en tibetano) es un aspecto fundamental del universo, es inseparable del espacio mismo. En cierta forma, lo que hace la meditación es eliminar todas las obstrucciones y oscurecimientos que separan a la mente del espacio mismo y de su propia luminosidad inherente. La conquista del shamatha, que es la conquista de la propia naturaleza mental, es la experiencia “de una cognición no dual de la conciencia”. “Deja de surgir la apariencia de tu propio cuerpo o de cualquier otra cosa, así que se siente como si la mente se hubiera vuelto indivisible del espacio”, agrega Wallace.
Wallace explica que la mente que alcanza el shamatha accede también al mundo de las formas (rupadhatu), el mundo que en la cosmología budista le sigue al mundo del deseo en el cual habitamos. Este mundo es comparable con el también llamado “mundo de las formas”, de Platón o “la dimensión arquetípica”, de Jung. Al acceder a este plano, dice Wallace, “la conciencia empieza a ser estructurada por conceptos muy sutiles que se desdoblan de una fuente más profunda que la mera psique humana”. Es aquí donde la vida se puede convertir en símbolo viviente, en arquetipo, en matemáticas, en un despliegue de significado que va más allá de la individualidad y resuena con planos intemporales. Otro maestro budista occidental, Traktung Yeshe Dorje se ha preguntado si somos nosotros los que viven los arquetipos o más bien los arquetipos nos viven a nosotros. Bajo esta noción, los diferentes budas y deidades tántricas son manifestaciones de la compasión universal, del amor, de la sabiduría, etcétera, y no personas como tales; sus cuerpos son emanaciones de estas virtudes arquetípicas que resuenan con las leyes del cosmos, y son utilizados para liberar a los seres sensibles enseñando el dharma.
En la tradición budista, el shamatha es la antesala directa de los llamados dhyanas (la estabilización o absorción de la mente en un estado libre de las obstrucciones propias de la existencia condicionada). Uno de los “síntomas” que ocurren al logar el shamatha, dice Wallace, es una ráfaga de dicha que renueva el cuerpo –esto nos hace recordar que el término samadhi (“concentración”, en la tradición budista) tenga también la connotación de dicha o éxtasis–. La verdadera felicidad es aquella que ocurre no como una euforia, sino como una calma completa.
La meditación budista en toda su profundidad, más allá de los beneficios mundanos de aumentar el performance mental, no es menos que una alquimia psicológica. Y es que el budismo considera que ciertas aflicciones mentales son de hecho venenos o toxinas que contaminan la mente y el cuerpo: la avidez, el enojo o la ignorancia. Estos venenos se esparcen por el cuerpo como si fueran una sustancia tóxica que nubla la mente y que enferma al cuerpo, afectando la capacidad de tomar decisiones acertadas e impidiendo el flujo del prana o energía. Sin embargo, a través de estas etapas del shamatha, el contemplativo logra desactivar la toxicidad de las tres aflicciones:
cuando surjan podrás observarlas sin aferrarte o identificarte con ellas, de esta manera rindiéndolas inofensivas e incapaces de perturbar el equilibrio de la mente. En la medida en la que eres capaz de soltar estos procesos mentales a su estado natural, dejan de ser experimentados como aflicciones mentales.
Así los pensamientos, los deseos y las emociones regresan al espacio base, donde se liberan; es nuestra identificación y aferramiento a las cosas que ocurren en el espacio interior y el espacio exterior la que produce sufrimiento, la que posibilita que el estrés se convierta en diferentes enfermedades o que nuestra personalidad se construya a sí misma de una manera limitada y de cabida a la frustración, por ser esto y no aquello.
Los contemplativos que han logrado la conciencia del substrato o espacio base –la identidad entre la vacuidad y la mente– a través de la práctica del shamatha y de otras técnicas, dice Wallace, sostienen que la mente tiene tres cualidades básicas: dicha, luminosidad y no conceptualidad. Este es el fruto del camino y paradójicamente es también la semilla y el origen. Wallace calcula que uno puede tardar entre 5 mil y 10 mil horas para alcanzar el shamatha, pero esto varía según las capacidades y el compromiso de los diferentes individuos. Que las palabras del maestro zen Dogen sirvan de inspiración en este camino verdaderamente infinito:
Estudiar el camino del Buda es estudiarse a uno mismo.
Estudiarse a uno mismo es olvidarse de uno mismo.
Olvidarse de uno mismo es actualizar la totalidad.
Así se descartan el cuerpo y la mente de todos.
Ni trazas de la iluminación: ¡Sigue adelante!
Fuente:  thegaru.wordpress.com

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