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Lo he hecho. Vivo sin miedo y he perdido la vergüenza, ahora ya no temo decirte que en tu metro cuadrado puedes hacer lo que quieras, pero en el mío, quiero tu respeto. Digo “no” sin tapujos a quien me trae tempestades en días despejados y digo “sí” a mi vida, a mis antojos y por supuesto, a mi dignidad.
Autoafirmarnos sin agredir es un actitud y un comportamiento que no todo el mundo sabe llevar a cabo. En ocasiones, se llega a confundir el orgullo con el egoísmo o la reafirmación de uno mismo con la imposición de los propios valores. Ahora bien, decir “sí” sin miedo y “no” sin culpa es mucho más que un necesitado ejercicio de higiene mental y supervivencia.
Visto como quiero, voy y vengo cuando lo deseo, escucho, respeto y opino. Hace tiempo que aprendí a vivir sin miedo, a decir “no” sin sentir culpa y a decir “sí” cuando así lo siento, porque aunque mi corazón tenga una puerta para quien desee entrar, también hay otra para quien quiera salir.
En nuestro día a día nos encontramos a menudo con el mismo tipo de personas. Por una parte están las que desean quedar bien con todo el mundo y siempre tienen un “sí” abnegado y devoto en los labios. En el lado opuesto, están los más enervados. Los de “nadie tiene derecho a decirme qué debo hacer” o “yo no te debo nada así que apártate de mi camino”.
Los extremos nunca son buenos, porque la clave de la supervivencia respetuosa y sabia está en ese centro donde autoafirmarnos sin agredir y sin llegar a ser tan permeables como para diluirnos en dictados ajenos con tal de complacer. De encajar.
DECIR “SÍ” SIN MIEDO: LA VALIDACIÓN COMO PERSONA
Cuando somos niños, nadie nos enseña qué es eso llamado autoestima. Dependiendo de nuestra crianza y de las experiencias que tengamos a lo largo de nuestra infancia y adolescencia, desarrollaremos un “sucedáneo” de la misma para ir sobreviviendo más o menos.
Ahora bien, las auténticas pruebas de fuego van llegando con el tiempo. Son instantes complejos para los cuales nadie nos ha preparado, momentos en que poner a prueba nuestros miedos, nuestras indefensiones o valentías para adaptarnos a este mundo tremendamente complejo. Ahí donde ni los egos inflados ni los egos raquíticos van a ser funcionales ni aún menos felices..
Decir “sí” sin miedo pero con respeto a cada una de nuestras aspiraciones y necesidades es una necesidad vital. A muchos, por ejemplo, nos educan sin saberlo en la “ley del desgaste personal”: en esa complacencia externa donde buscar la aprobación frecuente de los demás, para validarnos así como personas. Nuestra dignidad, en estos casos, queda encerrada en los sótanos del temor y la más pura indecisión.
Asimismo, también es común callar y ahogar deseos y voluntades por temor a ser sancionados o peor aún, ser rechazados por quienes nos rodean al ver la decepción en sus rostros. Poco poco y en caso de no reaccionar, acabamos invalidándonos a nosotros mismos, quitándonos la legitimidad para tener voz, para respirar y sencillamente, ser personas capaces de decir “sí” cuando la vida les invita a vivir.
DECIR “NO” SIN CULPA, VIVIR SIENDO CONGRUENTES
Aceptarse a uno mismo, lejos de lo que muchos digan, no debería llevarnos toda la vida. La autoaceptación, como la autoestima debería ser un deporte obligatorio que practicar desde la infancia. Debería ser esa religión sanadora a la vez que liberadora donde poder creer en nosotros mismos, y a la vez, en nuestras capacidades para respetarnos y respetar a los demás.
Porque vivir sin miedo a decir “si” y sin cargos de conciencia por decir “no” es vivir siendo congruentes, es sobrevivir en cada ámbito de nuestra existencia confiriendo un respeto auténtico y pleno para la propia autoestima y para quienes nos envuelven.
Te proponemos que tengas en cuenta las siguientes dimensiones para aprender a decir “no” cada vez que lo necesites sin ningún cargo de conciencia.
CÓMO SER ASERTIVOS SIN TENER CARGOS DE CONCIENCIA
Autoafirmarnos sin agredir es un arte que debemos llevar a cabo con sucinta elegancia pero con afinada precisión. Nada de lo que digamos debe llevar a equívocos, cada palabra debe definirnos y dar forma a nuestras necesidades, nuestros derechos vitales y nuestros límites infranqueables.
• Decir “no” cuando los demás esperaban un “sí” de ti no es un acto de traición. Es autoafirmarte en tu postura para que los demás puedan actuar en consecuencia conociéndote mejor como persona.
• Dar un “no” a tiempo salva vidas y en especial la tuya. Te salva de situaciones que te hubieran colocado el yugo de la infelicidad, de los grilletes de las imposiciones egoístas y de esos sufrimientos de los que todos debemos defendernos.
• El “no” debe darse a tiempo, sin miedo y sin vergüenza alguna. Quien te quiera lo aceptará con respeto y de hecho, ni siquiera se sorprenderá, porque te conoce. Ahora bien, quien oponga resistencia a tu negativa o se sienta traicionado, solo tiene dos opciones, aceptarte o salir por la puerta trasera de tu corazón.
En conclusión, se trata solo de practicar la autenticidad y ese sentido de supervivencia donde por fin, caen los velos y todas las vergüenzas. Porque la felicidad se encuentra más allá de la línea del miedo, esa que debemos sobrepasar con valentía, con la cabeza bien alta, los ojos abiertos y el corazón alegre.
Valeria Sabater
Fuente: Buscándome
Autoafirmarnos sin agredir es un actitud y un comportamiento que no todo el mundo sabe llevar a cabo. En ocasiones, se llega a confundir el orgullo con el egoísmo o la reafirmación de uno mismo con la imposición de los propios valores. Ahora bien, decir “sí” sin miedo y “no” sin culpa es mucho más que un necesitado ejercicio de higiene mental y supervivencia.
Visto como quiero, voy y vengo cuando lo deseo, escucho, respeto y opino. Hace tiempo que aprendí a vivir sin miedo, a decir “no” sin sentir culpa y a decir “sí” cuando así lo siento, porque aunque mi corazón tenga una puerta para quien desee entrar, también hay otra para quien quiera salir.
En nuestro día a día nos encontramos a menudo con el mismo tipo de personas. Por una parte están las que desean quedar bien con todo el mundo y siempre tienen un “sí” abnegado y devoto en los labios. En el lado opuesto, están los más enervados. Los de “nadie tiene derecho a decirme qué debo hacer” o “yo no te debo nada así que apártate de mi camino”.
Los extremos nunca son buenos, porque la clave de la supervivencia respetuosa y sabia está en ese centro donde autoafirmarnos sin agredir y sin llegar a ser tan permeables como para diluirnos en dictados ajenos con tal de complacer. De encajar.
DECIR “SÍ” SIN MIEDO: LA VALIDACIÓN COMO PERSONA
Cuando somos niños, nadie nos enseña qué es eso llamado autoestima. Dependiendo de nuestra crianza y de las experiencias que tengamos a lo largo de nuestra infancia y adolescencia, desarrollaremos un “sucedáneo” de la misma para ir sobreviviendo más o menos.
Ahora bien, las auténticas pruebas de fuego van llegando con el tiempo. Son instantes complejos para los cuales nadie nos ha preparado, momentos en que poner a prueba nuestros miedos, nuestras indefensiones o valentías para adaptarnos a este mundo tremendamente complejo. Ahí donde ni los egos inflados ni los egos raquíticos van a ser funcionales ni aún menos felices..
Decir “sí” sin miedo pero con respeto a cada una de nuestras aspiraciones y necesidades es una necesidad vital. A muchos, por ejemplo, nos educan sin saberlo en la “ley del desgaste personal”: en esa complacencia externa donde buscar la aprobación frecuente de los demás, para validarnos así como personas. Nuestra dignidad, en estos casos, queda encerrada en los sótanos del temor y la más pura indecisión.
Asimismo, también es común callar y ahogar deseos y voluntades por temor a ser sancionados o peor aún, ser rechazados por quienes nos rodean al ver la decepción en sus rostros. Poco poco y en caso de no reaccionar, acabamos invalidándonos a nosotros mismos, quitándonos la legitimidad para tener voz, para respirar y sencillamente, ser personas capaces de decir “sí” cuando la vida les invita a vivir.
DECIR “NO” SIN CULPA, VIVIR SIENDO CONGRUENTES
Aceptarse a uno mismo, lejos de lo que muchos digan, no debería llevarnos toda la vida. La autoaceptación, como la autoestima debería ser un deporte obligatorio que practicar desde la infancia. Debería ser esa religión sanadora a la vez que liberadora donde poder creer en nosotros mismos, y a la vez, en nuestras capacidades para respetarnos y respetar a los demás.
Porque vivir sin miedo a decir “si” y sin cargos de conciencia por decir “no” es vivir siendo congruentes, es sobrevivir en cada ámbito de nuestra existencia confiriendo un respeto auténtico y pleno para la propia autoestima y para quienes nos envuelven.
Te proponemos que tengas en cuenta las siguientes dimensiones para aprender a decir “no” cada vez que lo necesites sin ningún cargo de conciencia.
CÓMO SER ASERTIVOS SIN TENER CARGOS DE CONCIENCIA
Autoafirmarnos sin agredir es un arte que debemos llevar a cabo con sucinta elegancia pero con afinada precisión. Nada de lo que digamos debe llevar a equívocos, cada palabra debe definirnos y dar forma a nuestras necesidades, nuestros derechos vitales y nuestros límites infranqueables.
• Decir “no” cuando los demás esperaban un “sí” de ti no es un acto de traición. Es autoafirmarte en tu postura para que los demás puedan actuar en consecuencia conociéndote mejor como persona.
• Dar un “no” a tiempo salva vidas y en especial la tuya. Te salva de situaciones que te hubieran colocado el yugo de la infelicidad, de los grilletes de las imposiciones egoístas y de esos sufrimientos de los que todos debemos defendernos.
• El “no” debe darse a tiempo, sin miedo y sin vergüenza alguna. Quien te quiera lo aceptará con respeto y de hecho, ni siquiera se sorprenderá, porque te conoce. Ahora bien, quien oponga resistencia a tu negativa o se sienta traicionado, solo tiene dos opciones, aceptarte o salir por la puerta trasera de tu corazón.
En conclusión, se trata solo de practicar la autenticidad y ese sentido de supervivencia donde por fin, caen los velos y todas las vergüenzas. Porque la felicidad se encuentra más allá de la línea del miedo, esa que debemos sobrepasar con valentía, con la cabeza bien alta, los ojos abiertos y el corazón alegre.
Valeria Sabater
Fuente: Buscándome