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La Realidad

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alcione.cl
amanecer
La Realidad o lo Absoluto
La razón superior del hombre ha reconocido siempre que la Realidad es Aquello cuya vida constituye la vida de todas las formas. Esta realidad ha de ser, necesariamente, única, que en diversidad de grados y multitud de formas se manifiesta en la Naturaleza. Todos reconocemos que la Vida es una caudalosa corriente dimanante de un eterno manantial cuya naturaleza desconocemos y algunos dicen que es incognoscible.
Las discrepancias y la confusión comienzan cuando comenzamos a analizar la Realidad:
–          Los materialistas dicen: la única Realidad es la materia existente por sí misma, infinita, eterna, que entraña las potencialidades de la materia, la energía y la mente.
–          Otra escuela, muy semejante a la materialista, opina que la única Realidad es la energía de la que la materia y la mente son modalidades vibratorias.
–          Los idealistas afirman que la única Realidad es un algo al que llaman Mente, y que la materia y la energía son ideas concebidas por dicha Mente.
–          La escuela naturalista dice que la Naturaleza, que continuamente se manifiesta en innumerables formas, es la única Realidad.
–          Los teólogos aseguran que la única Realidad es Dios, un Dios personal a quien atribuyen ciertas cualidades y características, que varían según las religiones.
–          Y por fin los ocultistas místicos en sus diversas escuelas enseñan que la única Realidad es la Causa sin Causa, es lo Absoluto, es Aquello en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, y que es, al mismo tiempo, fuente de la materia, de la energía y de la Mente. Porque, ¿de dónde sacaría el Creador el material para el universo sino de sí mismo?, ¿de dónde la energía sino de su propia vida?
A los materialistas refutaron las investigaciones sobre  el indivisible átomo que está constituido por infinitesimales partículas de materia que probablemente no son más que electricidad condensada. Tampoco podemos concebir una energía que no actúe en la materia y esté sujeta a sus leyes; pero ¿son posibles las leyes sin legislador y un legislador sin inteligencia y sabiduría de lo legislado? Además, la mente, ¿no está combinada con la materia y la energía y sujeta a leyes externas, pero variables e inconstantes, cuyos atributos no pueden sino pertenecer a la única Verdad, que es Dios? Luego la materia, la energía y la mente son apariencia y relatividad de Aquello que es mucho más fundamental y eterno, y que los ocultistas llaman Espíritu.
Nadie puede describir al espíritu aunque podemos decir que es la “esencia” de la vida y la existencia, la Realidad inmanente en la Vida universal. Por lo tanto la única Realidad, Dios, Aquello, lo Absoluto que trasciende la materia, la fuerza y la mente, y sin embargo estas cosas emanaron de Él y han de estar en su naturaleza, porque lo que está en la Causa debe estar en el efecto, y el efecto no puede ser mayor que la causa, ni es posible que de la nada salga algo.
Como la mente es superior a la energía y a la materia, lógico es tratar de concebir lo Absoluto, por medio de ella, mas no definirlo, porque todo intento de definición vale al de limitar o hacer finito lo infinito. Definir una cosa es identificarla con otra y, ¿dónde está ese algo otro que se puede identificar con lo infinito? Así pues, consideraremos a lo Absoluto como una Mente infinita con potencias de infinito grado que como diría Spencer “trascendía la inteligencia y la voluntad del hombre, como la voluntad y la inteligencia trascienden el movimiento mecánico”.
La primera noción que sugiere el intelecto respecto de Dios es que debe haber sido siempre y siempre será. Lo Absoluto no puede surgir de la nada ni hay otra causa externa a él de lo que pudiera emanar; tampoco podemos concebir que muera la Vida infinita y absoluta. Por lo tanto Dios ha de ser eterno. Tal es la noción del intelecto, aunque la idea de eternidad es inconcebible para nuestra mente humana, y el impedimento de esta concepción consiste en que todo cuanto observamos en el mundo fenomenal tiene una causa y proviene de algo; pero la mente no tiene más remedio que creer en una Realidad sin causa que la produjera.
También la eternidad, de un Ser para el que no existe el tiempo, es inconcebible; aunque en realidad no existe el tiempo sino en nuestra mente. El tiempo es una modalidad de percepción por la que expresamos la idea de la sucesión y mudanza de las cosas. El tiempo es relativo: cuando gozamos de algo, nos pasa rápidamente el tiempo, mientras que cuando sufrimos nos parecen horas los minutos e interminables las horas.
También nos dice la razón que lo a Absoluto ha de ser infinito, omnipotente en el espacio e ilimitado. Dios debe estar en todo lugar y no hay en el espacio carencia de lugar. Aunque es muy difícil formar la idea de la omnipresencia de lo Absoluto en el infinito espacio, porque si es infinito no puede tener límites. La dificultad consiste en que la mente no puede percibir más que lo dimensional en el mundo objetivo, y porque el espacio, como el tiempo, sólo tiene realidad en nuestra consciente percepción del relativo lugar que ocupan los objetos del mundo exterior. Espacio y tiempo son conceptos de la mente, pero más allá de la razón humana no hay espacio ni tiempo.
Lo Absoluto ha de ser omnipotente que ha de entrañar todo poder; pero su omnipotencia no puede ser absurda, sino que está sujeta a leyes establecidas y toda manifestación de energía en el universo debe proceder de Él y ser parte de su poder, operante de conformidad con las establecidas leyes.
Lo Absoluto ha de ser omnisciente porque no puede existir sabiduría ni conocimiento aparte de lo Absoluto. Todas las formas manifiestan mente, sabiduría y conocimiento que deben emanar de Él, de conformidad con las leyes establecidas por Él, o de lo contrario no sería omnisciente. Por consiguiente, todo conocimiento pasado, presente y futuro debe poseerlo Ahora lo Absoluto.
Lo Absoluto no piensa, como repite varias veces la Biblia, lo Absoluto sabe sin necesidad de pensar. Cuando un hombre piensa extrae conocimiento de la Fuente Universal del Saber, pero lo Absoluto lo extrae de sí mismo sin necesidad de pensar como el hombre. Lo Absoluto sabe porque el Saber es de la misma esencia de Ello. El alma humana es de la misma naturaleza del infinito Espíritu, sabe y obra en el microcosmos o en el hombre con conciencia y sin pensar.
La Vida es una. Todas las formas palpitan por virtud de la voluntad de vivir de lo Absoluto. Cada vida individual es un centro consciente de la única Vida subyacente en la forma y manifestada según el grado de evolución. Con todo lo Absoluto no es la combinación de fuerzas y leyes del universo sino que el universo, sus fuerzas y leyes son manifestaciones de lo Absoluto. Cierto es que lo Absoluto reside en todas las formas del universo y también en sus fuerzas y leyes, pues todo es manifestación de su voluntad; pero hay que tener en cuenta que lo Absoluto es anterior y superior a toda forma y modalidad de manifestación, cuya existencia no depende de sí misma, sino de la voluntad de la Causa sin causa.
Todas las formas del universo dejarán de existir por reabsorción en la fuente de que dimanaron; pero lo Absoluto seguirá existente por y en sí mismo.
Lo Absoluto no puede estar lejano de su creación, si no, dejaría de ser Absoluto. Por el contrario, lo Absoluto está siempre presente en todas partes, en nosotros, y en rededor de nosotros que somos centros de consciencia por Él establecidos. No es lo Absoluto un pasivo espectador de su propia creación, así como la electricidad no puede ser espectadora de su propia luz. Es por el contrario un activo Espíritu que comparte los sentimientos de sus manifestaciones. Vive en nosotros, con nosotros, y se manifiesta por medio de nosotros.
Lo Absoluto no es un Dios personal como lo describe la Biblia, porque ello es todo lo que realmente Es. No disponemos de palabras apropiadas para expresar la naturaleza de lo Absoluto. Tal vez la palabra Vida da idea de su naturaleza externa y la palabra Amor de la interna.
No es dado al hombre sondear la naturaleza íntima de lo Absoluto. Pero si no puede penetrar su esencia, se puede, por el raciocinio, llegar al conocimiento de sus atributos. Sin conocer los atributos de lo Absoluto sería imposible conocer la obra de la creación. Por consiguiente, lo Absoluto debe ser:
–          Omnisciente
–          Inmutable
–          Inmaterial
–          Omnipotente
–          Omnipresente
–          Infinitamente justo y bueno
–          Infinitamente perfecto
–          Único
Si un solo atributo de los enumerados anteriormente faltase en la naturaleza Divina, dejaría de ser Absoluto.
Yo Soy
Yo soy es la chispa divina emanada de la sagrada Llama. Es el Hijo del Divino Padre. Es inmortal, eterno, indestructible, invencible. Posee en sí los mismos atributos de lo Absoluto: Poder, Sabiduría y Realidad. Quien no llega a sentir, a vivir, a identificarse con Yo Soy la Realidad, vivirá siempre con el concepto de que él es un hombre que tiene alma a la que debe salvar; mientras que la pura verdad es que Yo Soy es Aquello que se manifiesta en un ser asombrosamente organizado que comprende en su estructura física, mental y espiritual, lo superior y lo inferior. En sus huesos se manifiesta la forma de vida mineral; en la vida física se parece a la planta; en sus deseos o emociones se parece al animal; en sus facultades superiores manifiesta al superhombre y en fin, en su voluntad, como comprendida por la mayoría, es dios (Vosotros sois dioses).
Los animales no poseen la sensación del Yo. Los salvajes apenas son conscientes del Yo. Los civilizados creen que “Yo Soy” es la mente y viven realmente en el pleno de mente instintiva y su Yo es el cuerpo que posee los sentidos y las sensaciones; por eso dice el hombre: Yo estoy enfermo, yo estoy alegre, etc….. Mientras que el ser adelantado encuentra que hay algo en él superior a la mente y al cuerpo y se halla enfrente de lo desconocido. Entonces busca la Iniciación Interna y percibe que Yo Soy es superior al cuerpo y a la mente. Adquiere el conocimiento sin razonamientos intelectuales; adquiere la consciencia de lo Real, llega a ser consciente de Yo Soy y pasa a las filas de los iniciados. Cuando un iniciado principia a reconocer su relación con el Todo y comienza a manifestar la expansión de Yo Soy, ya es Maestro.
Es muy difícil llegar a la verdadera Iniciación interna y muchas son las trabas que impiden al iniciado: una de estas trabas consiste en lo que aprendió de niño, cuando ha sido grabado en su subconsciente de que el hombre es un ser separado de lo Absoluto y luego la reflexión le impide concebir una Causa sin causa, porque todo cuanto observa en el mundo fenomenal tiene una causa y proviene de algo. Vemos en nuestro rededor actuante la ley de causa y efecto, y por tal motivo, el intelecto da por supuesto que ningún efecto puede haber sin su correspondiente causa y cuando llega a lo Absoluto tambalea, pero no tiene más remedio que creer en una Causa sin causa.
Desde el momento en que el aspirante conoce completamente al Yo, es un iniciado, que penetra en el misterio de todas las religiones y despierta el alma al conocimiento de la real existencia, la revelación de la verdadera naturaleza del alma y de su relación con el Todo.
La mente instintiva nos pertenece, pero no es el Yo. El intelecto, la parte de la mente que razona, analiza y piensa, no es el Yo. Tampoco la mente espiritual, origen de todo pensamiento bueno, es el Yo.
Yo Soy es aquella manifestación unida a lo Absoluto que nunca tuvo principio ni puede tener fin.
El Fuego y la Luz
Hay una sola religión con muchas instituciones religiosas así como hay una sola humanidad y muchas razas y costumbres dentro de la única humanidad. Los complicados rituales de los antiguos misterios tenían un solo objeto y esto es lo que significa la palabra Religión: etimológicamente, es la relación entre el hombre y Dios. Esta relación puede ser natural,  fundada en la ley grabada por Dios en el corazón del hombre sin necesidad de dogmas, ritos ni ceremonias. Esta religión natural sólo es posible en los individuos suficientemente evolucionados que adoran a Dios en espíritu y en verdad; pero los que no han llegado todavía a esta etapa de adelanto necesitan una religión positiva, o sea un conjunto de creencias o dogmas acerca de Dios y de la vida futura, con normas morales para la conducta individual, y ritos y ceremonias que simbolizan materialmente las verdades espirituales, a fin de conducirlos a la verdadera religión.
De esta manera la necesidad de religiones positivas están acomodadas al temperamento y estado de evolución de cada raza, clima y país, en cuanto atañe a las formas del culto externo; pero el espíritu que anima a todas las religiones es Uno y en el fondo todas son verdaderas.
El reino de Dios está dentro de vosotros, dijo el Cristo. Vosotros sois Dioses, dijo la Biblia. Somos de Dios y a Él volveremos, dijo Mahoma. Tú eres Aquello, dice la filosofía hindú, y con todo el hombre sigue buscando a Dios en “esta montaña y en el templo de Jerusalén”.
Cuando dijo Cristo: El Reino de Dios está dentro de nosotros, quiso enseñarnos que el cuerpo es un templo del Espíritu viviente y él, el hombre, es el supremo sacerdote de esta Casa del Señor. Por eso vemos que los templos antiguos estaban delineados esquemáticamente de acuerdo con el cuerpo humano. Pero, como los templos eran copias del cuerpo humano, así también fueron y son los rituales de las religiones símbolos de ciertos procesos que tienen lugar en este mismo templo-Cuerpo humano.
Las ceremonias de todas las religiones enseñan el misterio de la regeneración del alma por medio de ciertas actividades realizadas dentro del organismo físico y dentro del plano espiritual. “Conócete a ti mismo” dijo el oráculo, porque este conocimiento conduce al Reino de Dios interno, y porque del templo de la Sabiduría interna salen los dioses iniciados.
Dicen que los iniciados no entregan a los profanos las llaves del Reino y por eso el Misterio de la Serpiente o el gran Arcano jamás ha sido revelado públicamente, y esto es verdad. Muchos preguntan el por qué de este sigilo y la contestación ha sido: para no armar al malvado con un arma terrible y para no convertirle en un demonio desencadenado entre los hombres. Esta contestación puede ser cierta, pero para nosotros no es suficiente y tenemos otra causa más, que es la ignorancia y la poca evolución de la mayoría de los hombres.
Un día, una señora rogó a Eisntein que le explicara, lo más claro posible, la teoría de la relatividad. El sabio le dijo: Un día viajaba un hombre con un ciego de nacimiento y como hacía mucho calor, le dijo:
–          Vamos a tomar un vaso de horchata para refrescarnos. El ciego le preguntó:
–          ¿Qué es horchata?
–          Horchata es un líquido blanco refrescante –le contestó-.
–          Bueno, yo comprendo qué es líquido, pero, ¿qué es blanco?
–          Blanco es el que tiene el color de la garza.
–          ¿Y qué es la garza?
–          Garza es un ave cuyo cuello es torcido como el signo de la interrogación.
–          Comprendo lo que es ave pero, ¿qué es torcido como el signo de interrogación?
El compañero, desesperado por estas preguntas, tomó el brazo del ciego y le torció para darle la idea del cuello de la garza. El ciego, dolorido, dijo:
–          Ahora ya sé qué es horchata.
El hombre nunca comienza a ver hasta que empieza a contemplar el misterio de su propia existencia y el templo-cuerpo es el único depositario de ese conocimiento que cura la ceguera natural.
Sin embargo los misterios de la Iniciación interna no están profundamente ocultos y si no se los descubre es debido a que están velados con símbolos y alegorías. Cuando el hombre se detiene a leer el lenguaje del simbolismo con el que están escritas todas las religiones del mundo, el velo de sus ojos y la ceguera desaparecerán; entonces conocerá la verdad y la verdad le hará libre.
El Gran Arcano de las religiones es el poder del Fuego, la Luz inefable. El Sol era adorado como el gran Fuego que ardía en el medio del Universo. Este gran fuego material es el símbolo del Fuego Divino que arde permanentemente en el centro del cuerpo humano, y que da vida a este Universo. El misterio del Fuego, el misterio de la Luz Inefable o el misterio de la Serpiente es el misterio del Sacerdocio según el orden de Melquisedec, Rey de Salem, que es Rey de Paz, sin padre, sin madre, sin linaje, que ni tiene principio de días ni fin de vida, mas, hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
Jorge Adoum
Ref.: La Zarza de Horeb
Ed. Kier.

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