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La divinidad emergente del hombre

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por Benjamín Creme
Conciencia y Desapego
El desapego es el resultado del crecimiento de la conciencia, y viceversa. Si no tenemos conciencia, ciertamente que no estaremos desapegados. Es la conciencia de lo que se halla detrás de las apariencias externas lo que da lugar al desapego.
Vemos que, a medida que nos desapegamos, crecemos. La gente puede creer que si se desapegan están perdiendo algo. Por el contrario, están ganando en libertad y con esa
libertad, una mayor intensidad de vida, una mayor conciencia despierta del proceso vital en cada momento, de la que podrían tener con los apegos.
Todos tenemos apegos porque tenemos miedo de quedarnos solos. Todo el mundo quiere ser amado, o al menos aceptado. Todo el mundo quiere sentirse cómodo, como en casa, seguro. Todo el mundo quiere seguridad, continuamente, en todo momento. Pero no hay seguridad, ésta es la gran paradoja. Todo el mundo quiere lo imposible. No hay seguridad en la vida.
La vida no tiene nada que ver con la seguridad. Tiene que ver con el movimiento, con la conciencia, con la transformación, con la experiencia. Todo en la creación es relativo. Ha de ser así, o de otro modo no habría evolución. La creación es evolutiva, y por tanto cambiante. Si es cambiante, no hay nada estático en ningún lugar. No hay status quo, y si no hay status quo no hay seguridad.
Todos queremos protegernos de la vida. Y para ello buscamos el confort. Queremos la vida, pero la queremos en un paquete que podamos manejar, con el que podamos tratar, y en el que nos sintamos seguros. Pero tan pronto como se sale fuera de ese parámetro conocido, nos asustamos, porque es aterrador no sentirse cómodo.
Cuanto más amados somos, más seguros nos sentimos. Desde luego, no podemos sentirnos realmente seguros porque no podemos nunca obtener el suficiente amor, y no podemos controlar ese amor. Todos explotamos para seguir sintiéndonos seguros, para seguir gustando a la gente, para que nos sigan queriendo, para que sigan estando en una correcta y cómoda relación con nosotros. En otras palabras, queremos poseerlos. La posesión es lo opuesto del desapego. En tanto estemos apegados de esa forma, nunca creceremos, nunca evolucionaremos. Es lo opuesto a la evolución. Sólo podemos evolucionar cuando somos libres.
El crecimiento de la conciencia proviene, pura y simplemente de la libertad. Nada más. El estado natural de la vida es libertad. La libertad es el estado natural de la humanidad. Es lo divino, tal y como se manifiesta en nuestra vida cotidiana. De eso es de lo que trata la realización del Ser. Ha de estarse libre de todo apego. Cualquier apego limita esa libertad que comienza a manifestarse, paso a paso, a medida que nos liberamos de estos apegos.
El Temor a la Vida
Pienso que en la base de cada temor, por simple o sutil que sea, se halla un temor fundamental, el temor a la muerte, que es el temor a la vida. Todos vivimos bajo el temor a la vida misma. No es de extrañar, pues hemos hecho de la vida una especie de infierno, una arena en la que somos gladiadores en combate, con armas inadecuadas, y contra poderosos adversarios mejor equipados que nosotros. Se nos coloca en posiciones en las que nos sentimos incapacitados, sub-entrenados, sub-preparados, viviendo una especie de engaño hacia los demás y hacia nosotros mismos. No hay alegría de verdad, no hay felicidad de verdad. Simplemente vamos tirando, eludiendo el exceso de dolor, sufrimiento y temor, y luchando, compitiendo, y corriendo en pos del placer, la seguridad que anhelamos.
¿Por qué anhelamos siquiera? ¿Qué es este mecanismo del anhelar? ¿Por qué deseamos que la vida sea diferente de lo que es? Estamos tratando de encajar la vida en una imagen que proyectamos en el futuro, y eso nos provoca temor. Crea condiciones en las que el temor es inevitable, porque estamos compitiendo, y cuando estamos compitiendo estamos en confrontación, hay conflicto. Dondequiera que hay conflicto hay temor. Somos adversarios en una arena, y desde la infancia se nos ha enseñado que éste es el curso natural de las cosas.
Aquellos de nosotros que somos padres sabemos lo difícil que es educar a un niño sin imponerle nuestro temor a la vida. Todos lo hacemos. Pienso que un niño educado sin temor es probablemente el niño más raro de la tierra, el niño más dotado, pues tiene el don más grande que pueda darle la vida, tenga o no dinero o posesiones: el de estar libre de ese condicionamiento, el de experimentar la vida tal como es, sin temor, sin correr en pos de ella, sin huir de ella, sin querer nada en absoluto.
¿Es posible experimentar la vida, pasar a través de los diferentes movimientos de la vida, de las interacciones, de las relaciones (estoy hablando ahora del temor psicológico), sin experimentar temor, sin entrar en competición y por consiguiente en conflicto, que es algo que produce temor? Toda oposición, todo conflicto, producen temor. ¿Es posible vivir sin desear nada en absoluto? Porque si lo podemos hacer, estaremos libres del temor. Seremos libres y basta. Si podemos vivir sin que el principio del deseo gobierne nuestra respuesta a la vida, podremos vivir libremente, sin temor.
Cada vez que imponemos a la vida nuestro deseo, sea el deseo de comodidad, de seguridad o de ausencia del temor, le damos energía, prolongamos el temor por implicarnos en él.
Todos evitamos el enfrentamiento con nuestros superiores. ¿Podemos deshacernos de la noción de superior e inferior? Me parece que ésta es la base del problema del temor. Entretanto conservemos la idea de que algunas personas son superiores a nosotros, y por lo tanto que nosotros somos inferiores a ellas, tendremos temor.
Tendremos temor de que nos arrollen, de que le gusten otra gente más que nosotros.
A mi esposa podría gustarle más ese hombre porque es superior. Mi marido podría encapricharse con esa señora porque, obviamente, es más bonita que yo, etc. Estos son temores que se suceden a cada momento de la vida de cualquier persona. Son el resultado de esta comparación entre superior e inferior. Han sido enclaustrados en nuestro subconsciente por nuestros padres, nuestros maestros, por cada situación en la que nos vemos inmersos.
Todos nosotros estamos condicionados por ese enfoque de la vida: que unos son superiores, y otros inferiores; que unos aprueban exámenes, y otros no los aprueban. ¿Se ha formulado alguna vez un examen capaz de medir la calidad de vida de una persona frente a la otra? ¿Qué examen podría medir esto? Sin embargo, a lo largo de nuestra escuela de la vida (y para mucha gente también en su edad adulta) nos enfrentamos con exámenes. Día a día nos examinamos a nosotros mismos. Decimos “¿Cómo soy en comparación con esa persona? ¿Soy mejor que él, o es él mejor que yo? ¿Por qué no pensé en eso?”.
Entonces comenzamos a imitar. Comparación implica imitación. Imitamos lo que admiramos en otras personas, y perdemos el sentido de nosotros mismos. Entramos en un círculo vicioso de comparación, competición, imitación, y nos encontramos en medio de todo y de ninguna parte. Estamos viviendo una vida que es simplemente una serie de reacciones de respuesta a diversos estímulos que producen temor o placer, o el uno o el otro, ambos de los cuales son creados por nuestra mente.
¿Es posible vivir sin sentirse superiores? ¿Es posible mirar la vida, a otra gente, relacionarse con otras personas, sin realizar este juicio? Porque esto es un juicio, ¿verdad? ¿Es posible encontrarse con la gente o las situaciones sin hacer esa suerte de comparación?
¿Podemos librarnos de este veneno de la competición? Su efecto podemos verlo a nivel político y en la esfera económica. Es fácil ver cuán destructiva y dañina es la competición. Y sin embargo, nos embarcamos en ella; todos lo hacemos. ¿Es posible, no evitarla, porque eso sería huir de ella, sino superarla, ir más allá de ella, acercarse a la gente, a las situaciones psicológicas que engendrarían temor, sin hacer comparaciones?
Inténtenlo. Tenemos que intentarlo para ver si es posible. Toda esta competición, comparación, elusión instintiva y auto-conservación, es un intento de preservar lo que consideramos nuestro yo, sin que se vea afectado por el dolor y el temor. La solución es identificarnos con nuestro verdadero ser, ese que original, único, profundo, inmortal, no requiere de imitaciones, para ello cambiemos nuestra forma de relacionarnos con el temor sabiendo que cuando le damos expresión o tratamos de eludirlo; cuando tratamos de escapar de él, o de controlarlo, cuando tratamos de inhibirlo, le damos energía para que persista, y así nunca se acaba de ir del todo.
La divinidad emergente del hombre
En toda la historia nunca ha habido un momento como el actual. Nunca, en todos los ciclos que han dejado su marca en la evolución del hombre, ha habido el mismo potencial para el cambio. Este momento, por tanto, es único. Augura un cambio de conciencia tan espectacular y de tan gran alcance que nuevas definiciones y vocabulario deben desarrollarse para describir al hombre en lo que se convertirá.
Primer Estímulo
El principal factor en este profundo acontecimiento será la influencia de los Hermanos Mayores del hombre, los Maestros de Sabiduría, liderados por Maitreya, el Cristo e Instructor del Mundo. Es imposible exagerar el efecto que Su Gran Acercamiento tendrá en las vidas y pensamientos y comportamiento de los hombres.
Muchas veces han oído que el hombre es un Dios en potencia; éstas no son palabras vacías sino la mismísima verdad de la naturaleza y Ser del hombre. Es sólo una cuestión de tiempo hasta que esa verdad sea verificada y expresada para que todos la vean.
Los Maestros darán de Su abundancia de inofensividad, sabiduría y amor, y guiarán el barco del hombre a resguardo del puerto de logros. Así será. Con el tiempo, los hombres ocuparán sus debidos puestos y trabajarán junto con los Maestros para el beneficio de todos. Así los hombres aprenderán las Leyes de la Vida y el Amor y a modelar un futuro de belleza incomparable.
Segundo Estímulo
El segundo gran estímulo del crecimiento hacia delante del hombre vendrá de la lejana Acuario. Ya, mientras nuestro sol entra cada vez más profundamente en el campo de influencia de esa poderosa constelación, un fermento de cambios surge en los corazones y mentes de los hombres.
La cualidad esencial de Acuario es la Síntesis, una cualidad rara vez vista en la vida actual de la Tierra. Sin embargo, con creciente impulso, la cualidad de Síntesis gradualmente reemplazará, en todos los departamentos de la vida, la fragmentación y la desarmonía actuales. Los hombres llegarán a comprender el significado de la Unidad, y a reconocer que son hermanos y hermanas de una familia que viaja junta en un viaje de descubrimiento.
Tercer Estímulo
Cuando los hombres miren atrás hacia este momento lo verán como un trampolín hacia la Gracia. La caótica confusión actual no es nada menos. De esta confusión emergerán las nuevas formas que agraciarán a la nueva civilización – nuevas y mejores formas que sustentarán a los hombres en todas partes, y gratificarán los corazones de todos.
El Futuro
El hombre, por sí mismo, está experimentando tales estímulos que bien podría sentirse nervioso por el futuro. Él ve y comprende poco de los enormes cambios que ya están en marcha y se aferra en vano al pasado. Pronto, este temor y nerviosismo serán reemplazados por el valor y el compromiso al trabajo de transformación. Bajo la orientación de Maitreya y Su Grupo, los hombres colocarán las piedras angulares de la nueva y mejor vida que, de varias formas, todos los hombres sueñan.
Nota. Maitreya es un nombre que aparece en la religión budista para referirse al próximo Buda histórico. Según la literatura sagrada budista, el bodhisattva Maitreya nacerá en la tierra para lograr la completa iluminación de un Buda y enseñar el dharma. El Buda Maitreya será el sucesor de Siddhartha Gautama (el Buda histórico actual) el cual anunció a Maitreya como el nombre del próximo Buda.
Nota. Texto del libro “La Misión de Maitreya II”, por Benjamín Creme
FUENTE http://haydenunparaisoparaelalma.blogspot.com.es

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