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Calificamos a una persona de simple cuando le falta inteligencia, conocimiento o consciencia de si misma …le falta un “hervor” como solemos decir en España.
Pero por otro lado, la sencillez, más allá de ser (según mi punto de vista) una carencia, la veo como un plus, un punto a favor… la no necesidad de ciertas cosas que nosotros mismos o el entorno (familia, amigos, sociedad, publicidad…) tratan de hacernos ver indispensables. Por supuesto que los publicistas y vendedores tienen su labor, pero nosotros tenemos la libertad y el derecho de pensar que es lo que realmente nos beneficia y aporta en nuestra vida en cada momento…. y lo que no.
El famoso artista Miguel Ángel, solía decir que realmente esculpir estatuas era algo muy sencillo, él “solo” quitaba lo que sobraba del bloque… tan sencillo, tan simple y a la vez tan complejo como eso. Quitar justo la roca que está de más, QUITAR PARA QUE APAREZCA LA ESENCIA que guardaba la piedra en su interior. Realmente él, antes de esculpir, seleccionaba cuidadosamente el bloque sobre el que trabajaría (a veces durante varios años), es como si realmente pudiera ver él, encerrada en ella, a la figura que quiere salir.
Acumular cosas es lo sencillo… coleccionar, juntar, recopilar, (aunque la mayoría de ellas no son gratuitas y requiere al final trabajemos en cierta medida para ello, por no hablar de la reducción de espacio físico que muchas de ellas nos ocasionan), bien es cierto que produce un cierto bienestar el tener aficiones como la colección o la adquisición de objetos (tecnológicos, de decoración,…) pero hay que poder abstraerse y pensar si poseemos la colección o la colección nos posee.
Habrá cosas que nos sean fundamentales, y otras no tanto pero que lo parezcan, la cuestión es saber diferenciar las unas de las otras y preguntarse si algo es imprescindible para nosotros o, por el contrario, accesorio, si en el fondo nos está aportando o restando libertad personal. Las preferencias son cambiantes en el tiempo, por lo que también resulta útil repensar y reflexionar acerca de nuestras costumbres en el consumo, para irlas adaptando y optimizando a nuestro estado actual, tanto económico como espiritual.
Todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas la ilusión por ahorrar para comprar algo determinado, y pienso que está muy bien tener esos deseos, otra cosa es CONFUNDIR el momento de la adquisición de ese producto con la obtención de felicidad duradera o la tranquilidad interior. A mí, tener esa diferencia presente, me ayuda a poder distinguir mejor lo que me es necesario de lo que no, así como evitar la decepción lógica tras la compra y disfrutar más de lo adquirido, ya que NO COLOQUÉ MI REALIZACIÓN PERSONAL O FELICIDAD en el objeto deseado.
No demonizo el consumismo (la gente que lo odia pienso que suele hacerlo inconscientemente desde la inseguridad, la impotencia o la envidia del no poseer o no lograr o acumular lo que otros tienen), simplemente me he dado cuenta de que a veces yo mismo me he sentido dominado por algunas colecciones o aficiones que me estaban restando mucho tiempo y energía de mi vida y a las que me dedicaba ya por la fuerza de la costumbre o la casi “obligación” autoimpuesta por acabarlas (aunque muchas de ellas nunca tienen fin definido). Al fin y al cabo ¿Qué hay más preciado que nuestro tiempo?.
Consumamos con cabeza, traigamos a nuestra vida objetos o productos que nos la hagan más cómoda, agradable o funcional, pero no cometamos el error de pensar que en ellos reside nuestra felicidad, dejémonos de compararnos con los demás y con lo que poseen (un engaño más del Ego). Si pensamos que sin una cierta posesión somos menos, que nuestro status personal o valía disminuye, realmente en el fondo, estamos minusvalorándonos y tomándonos por muy poca cosa.
Al igual que ocurre con muchos artículos que recopilo, este consumir y coleccionar puede llevarse al terreno psicológico para hablar de las creencias que tenemos, las cuales es bueno irlas revisando como si de la limpieza de un desván se tratase (veo lo que hay, conservo o reparo lo que me gusta o me es útil y tiro lo que no necesito más), para darnos cuenta de los principios rigen nuestra vida y crean nuestras interpretaciones acerca de lo que nos acontece.
Vivir lampara aladino ladrones tesoro arabia aceite pensar existir sencillez simplicidad simpleza humildad posesiones dinero consumismo publicidad compras navidad reflexiona infelicidad felicidad feliz infeliz psicologia adiccion comprasGeneralmente solemos confundir a veces la sencillez con la simpleza. Y es porque ambas denotan una falta de algo, vista esta falta muy a menudo como carencia.
Como buen filósofo que era, Sócrates creía que la persona sabia viviría instintivamente de manera frugal. Él mismo ni siquiera llevaba zapatos; sin embargo, una y otra vez cedía al hechizo de la plaza del mercado y solía acudir allí a ver las mercancías que se exhibían.
Cuando un amigo le preguntó la razón, Sócrates le dijo: “Me encanta ir allí y descubrir sin cuántas cosas soy perfectamente feliz.”
La espiritualidad no consiste en saber lo que quieres, sino en comprender lo que no necesitas.
AUTOR: Anthony de Mello.
LIBRO: La Oración de la Rana.
Calificamos a una persona de simple cuando le falta inteligencia, conocimiento o consciencia de si misma …le falta un “hervor” como solemos decir en España.
Pero por otro lado, la sencillez, más allá de ser (según mi punto de vista) una carencia, la veo como un plus, un punto a favor… la no necesidad de ciertas cosas que nosotros mismos o el entorno (familia, amigos, sociedad, publicidad…) tratan de hacernos ver indispensables. Por supuesto que los publicistas y vendedores tienen su labor, pero nosotros tenemos la libertad y el derecho de pensar que es lo que realmente nos beneficia y aporta en nuestra vida en cada momento…. y lo que no.
El famoso artista Miguel Ángel, solía decir que realmente esculpir estatuas era algo muy sencillo, él “solo” quitaba lo que sobraba del bloque… tan sencillo, tan simple y a la vez tan complejo como eso. Quitar justo la roca que está de más, QUITAR PARA QUE APAREZCA LA ESENCIA que guardaba la piedra en su interior. Realmente él, antes de esculpir, seleccionaba cuidadosamente el bloque sobre el que trabajaría (a veces durante varios años), es como si realmente pudiera ver él, encerrada en ella, a la figura que quiere salir.
Acumular cosas es lo sencillo… coleccionar, juntar, recopilar, (aunque la mayoría de ellas no son gratuitas y requiere al final trabajemos en cierta medida para ello, por no hablar de la reducción de espacio físico que muchas de ellas nos ocasionan), bien es cierto que produce un cierto bienestar el tener aficiones como la colección o la adquisición de objetos (tecnológicos, de decoración,…) pero hay que poder abstraerse y pensar si poseemos la colección o la colección nos posee.
Habrá cosas que nos sean fundamentales, y otras no tanto pero que lo parezcan, la cuestión es saber diferenciar las unas de las otras y preguntarse si algo es imprescindible para nosotros o, por el contrario, accesorio, si en el fondo nos está aportando o restando libertad personal. Las preferencias son cambiantes en el tiempo, por lo que también resulta útil repensar y reflexionar acerca de nuestras costumbres en el consumo, para irlas adaptando y optimizando a nuestro estado actual, tanto económico como espiritual.
Todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas la ilusión por ahorrar para comprar algo determinado, y pienso que está muy bien tener esos deseos, otra cosa es CONFUNDIR el momento de la adquisición de ese producto con la obtención de felicidad duradera o la tranquilidad interior. A mí, tener esa diferencia presente, me ayuda a poder distinguir mejor lo que me es necesario de lo que no, así como evitar la decepción lógica tras la compra y disfrutar más de lo adquirido, ya que NO COLOQUÉ MI REALIZACIÓN PERSONAL O FELICIDAD en el objeto deseado.
No demonizo el consumismo (la gente que lo odia pienso que suele hacerlo inconscientemente desde la inseguridad, la impotencia o la envidia del no poseer o no lograr o acumular lo que otros tienen), simplemente me he dado cuenta de que a veces yo mismo me he sentido dominado por algunas colecciones o aficiones que me estaban restando mucho tiempo y energía de mi vida y a las que me dedicaba ya por la fuerza de la costumbre o la casi “obligación” autoimpuesta por acabarlas (aunque muchas de ellas nunca tienen fin definido). Al fin y al cabo ¿Qué hay más preciado que nuestro tiempo?.
Consumamos con cabeza, traigamos a nuestra vida objetos o productos que nos la hagan más cómoda, agradable o funcional, pero no cometamos el error de pensar que en ellos reside nuestra felicidad, dejémonos de compararnos con los demás y con lo que poseen (un engaño más del Ego). Si pensamos que sin una cierta posesión somos menos, que nuestro status personal o valía disminuye, realmente en el fondo, estamos minusvalorándonos y tomándonos por muy poca cosa.
Al igual que ocurre con muchos artículos que recopilo, este consumir y coleccionar puede llevarse al terreno psicológico para hablar de las creencias que tenemos, las cuales es bueno irlas revisando como si de la limpieza de un desván se tratase (veo lo que hay, conservo o reparo lo que me gusta o me es útil y tiro lo que no necesito más), para darnos cuenta de los principios rigen nuestra vida y crean nuestras interpretaciones acerca de lo que nos acontece.