Liberación, iluminación o salvación, la diferencia es solo cuestión de qué camino hemos elegido y, en cualquier caso, solo la verdad nos llevará a experimentarlo en plenitud.
Con esta afirmación deseo cerrar estos posts relacionados con las causas del dolor y del sufrimiento, todo ello dentro del imperativo humano de construir nuestro propio destino. Resta solo recordar que tanto la felicidad como el sufrimiento son estadios pasajeros por los cuales pasa el alma en su proceso evolutivo, ellos no existen de forma inherente, es decir, que tienen un inicio, una duración y un fin. La lucha en el campo de la vida no es por ser felices o por dejar de ser infelices, no. La vida se trata de algo más, de mucho más. Uno puede pasar toda su actual existencia viendo la vida pasar parado en la orilla, sin tener consciencia acerca de la liberación, llorando, riendo, sufriendo, deseando, ganando y perdiendo, es decir, preso y encadenado a los placeres y vicisitudes temporales que aportan las cosas materiales dentro de este mundo de economía de mercado, o, por el contrario, puede decidirse a preguntarse ¿Por qué estoy aquí?, y comenzar a buscar las respuestas. Es solo cuestión de actitud frente a la vida.
En este proceso de búsqueda de la propia liberación se encontrará con momentos de felicidad, de infelicidad, de satisfacción y de placer que irán poco a poco y mediante el desgaste, la insatisfacción y el hastió, delineando y aclarando sus metas, las mismas que estarán cada vez más lejos de este mundo fenomenológico y se aproximarán a las causas esenciales de los fenómenos y de las cosas, dejando de lado el interés en sus consecuencias ultimas expresadas en el mundo físico.
Esta es quizás la primera certeza que halla el Buscador en su proceso de liberación: conoce que todo en la vida tiene unas causas y, por ende, un fin, y esto incluye el dolor, el sufrimiento y la felicidad, entre muchos otros fenómenos. Luego reconoce que estas causas se pueden eliminar mediante un esfuerzo de la voluntad, es decir, halla un significado para cada situación que le acontece, buena o mala. Finalmente, acepta que cada acción que lleve a cabo, cada causa que ponga en movimiento debe estar dirigida hacia el bienestar y progreso del conjunto de la humanidad, pues no hay otra forma de reconocerse como ser humano real, pero divino en potencia.
Así aprende a confiar en los resultados aunque no los vea, no los sienta, no los busque o perciba. Sabe que, en algún lugar de este complejo e infinito universo, las consecuencias de sus buenas acciones son evidenciadas; comprende que cada esfuerzo por el dominio y control de sensaciones, emociones, deseos y pensamientos tiene su retribución en la economía del universo y aporta un poco de material con el cual se construirá la llave que rompa las cadenas que lo atan al círculo de nacimientos y muertes, es decir, lo acerca a la liberación. Acepta que el trabajo más arduo, pero más satisfactorio que puede afrontar es el de mejorarse a sí mismo a través del servicio a los demás. Este proceso de liberación es lo que le otorga a la existencia humana una condición única e importante, todo lo demás son simples vislumbres de emoción pasajera que terminan por enmarañar la madeja de nuestra realidad.
Nuestra vida como una red
Posiblemente nuestras vidas no son más que redes complejas que se han venido tejiendo con los aportes de todas las personas que nos han rodeado en algún momento.
Esta red se ha tornado tan compleja que por momentos no logramos ver las conexiones que tenemos en todas las dimensiones en que nos expresamos, pero esta incapacidad es solo temporal y poco a poco, como un Sísifo moderno, avanzamos siguiendo su consejo: “No te afanes, alma mía, por una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”[1]. Con este esfuerzo sostenido vamos desenmarañando esta existencia y obtenemos más consciencia acerca de la vida única y real, también de la liberación final. Comprendemos que la condena infligida a este mítico personaje se debió a su comportamiento desleal hacia los dioses y brutal hacia los humanos, pues todo acto trae una consecuencia, razón que nos conmina a marchar por esta vida con la verdad en nuestros labios. Algunas veces esta verdad nos hará sufrir, incluso causará malestar en los demás, pero es necesario ser veraces y coherentes con la vida, con los demás y con nosotros mismos. Predica las virtudes, pero no calles las verdades, solo así sentirás que eres parte del universo.
Cuando seas tú mismo, transparente y claro, sentirás como la carga de la existencia se aliviana y verás que ya no necesitarás usar las máscaras que difuminan la realidad y que impiden la liberación. Dejarás de ser aquello en que la sociedad o los demás te han transformado, para concentrarte y expresar solo lo que en esencia es tu propia realidad.
Cuando esto sucede, se dice que los colores y las vibraciones que identifican al Pensador se transforman. Aparecen nuevas y brillantes formas alrededor del cuerpo físico; la energía sublime continúa fluyendo desde y hacia adentro y afuera en un constante movimiento ondulatorio que vivifica y sana tanto al propio cuerpo físico como al de quienes se acercan. Por esto es que nos sentimos tan bien, plenos y realizados en compañía de aquellos seres que conocemos como Maestros de Sabiduría. No hacen falta y no existen palabras para describir estas sensaciones que, aunque pasajeras en su existencia, nos permiten asomarnos a nuestra propia, segura y pronta realización y liberación.
No huyas ni temas acercarte a las verdades eternas de la existencia humana. Recuerda que el nombre que les demos y el hecho de que creamos o no en ellas no elimina ni mengua su existencia y su valor. Dale a las leyes eternas los nombres que desees, eso carece de importancia. Principios como el de “Causa–efecto”, “De equivalencia” (como es arriba es abajo) o el “De los opuestos” están más allá de la denominación o la interpretación que podemos hacer. Lo mismo sucede con la liberación del ciclo de nacimientos y muertes.
La ignorancia no elimina el efecto, por lo tanto, acércate a su entendimiento. Procura ver estas verdades o leyes aplicadas a tu propia existencia, esto te permitirá adelantarte a los hechos, y con ello tendrás una ventaja frente al mundo fenomenológico. En este universo todo está ligado, compenetrado. Cada movimiento obedece a unas causas. Decía el poeta: “Alguna vez canté que se mueve alguna estrella cuando arranco una flor”. La caída de una hoja en otoño no es casualidad, tu sufrimiento actual no existe por casualidad, así como tus alegrías no son producto del azar. Decídete ahora mismo a caminar hacia la liberación, no estás solo en este proceso. Mucha gente va delante de ti y ellos guiarán e iluminarán tu senda. Pero debes levantarte e iniciar la marcha. El camino que elijas no es tan importante como lo es el hecho de avanzar.
Los caminos están delineados en la Teosofía, la filosofía, las religiones, las escuelas de pensamiento y de meditación profunda; en el trabajo cotidiano realizado de forma consciente; en algunas personas adelantadas a su tiempo, en fin, en el día a día. Solo necesitas estar despierto para ver la realidad de aquello que estás haciendo, que estás viviendo y expresando ahora mismo, porque la vida, como la liberación, es “ahora mismo”. ¡Y la realidad sigue siendo mental!
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Fuente: Hermandad Blanca
tomado de http://www.shurya.com