evolucionconsciente.org
En el Entrenamiento de Trabajadores de la Luz enseñamos a canalizar; así gozamos el beneficio de oír canalizar a otros cientos de personas; según mi experiencia, es incontable el número de aspectos diferentes que están a nuestro alcance en los niveles transpersonales.
Es una alegría explorar estos niveles e interactuar con los diversos aspectos de lo colectivo a los que estamos individualmente conectados.
Como en los estados colectivos de conciencia hay muchos niveles diferentes (desde aquellos que se vinculan estrechamente con los niveles de la personalidad humana hasta los que tratan temas muy abstractos) la canalización se ha utilizado de muchos modos diferentes a lo largo de la historia.
Hay una antigua forma de canalización que persiste en la actualidad: es la comunicación con los muertos.
Aun en las culturas occidentales, los creyentes del ocultismo siempre han consultado a los médiums a fin de recibir mensajes de sus seres amados fallecidos. Entre golpes en la mesa y encuentros con la tabla ouija, se puede haber preguntado al tío Joe dónde escondió su dinero. Sue puede haber pedido a Tom que la perdonara; quizá lloró al decirle que, en realidad, lo había amado.
Alguien puede haber preguntado a la tía Sally cuál era el ingrediente secreto del pastel de manza¬na con el que ganaba todos los premios. En un cuarto a oscuras y en silencio, el médium cae en trance y el tío Joe habla a través de él desde el mundo de los espíritus. Consultar a los muertos buscando terminación, consuelo, informaciones y hasta orientación es algo que siempre ha ocurrido, de una forma u otra.
Aunque comunicarse con los muertos puede ser a veces curativo y útil, no es el tipo de canalización al que nos referimos en este libro. No recomiendo canalizar a los muertos. El sistema de conexión que utilizamos al canalizar está ideado para trascender el nivel de conciencia asociado con los muertos recientes, buscando los aspectos transpersonales de nuestra Ser-idad.
Es la información provista por el nivel transpersonal de conciencia lo que resulta útil en el despertar de nuestra experiencia de quienes realmente somos. A veces he querido información de alguien que ha muerto recientemente (por reciente se considera un fallecimiento ocu¬rrido dentro de los cien años últimos). En el capítulo siguiente analizaré los modos de conectarse con ese nivel.
Las religiones espiritualistas siempre han utilizado alguna forma de canalización para ligar a los creyentes con su fe. Con frecuencia emplean danzas o drogas para inducir un estado similar al trance; luego convocan a los espíritus para que entren en su cuerpo y hablen con la gente. Se pide entonces a los espíritus que otorguen lo que se les pide en las plegarias.
Pasé un par de años en Brasil y, si bien nunca asistí a ninguna de esas reuniones, estoy familiarizada con el espiritualismo vudú de Macumba e Irmanjoa. La forma de canalización que utilizan estos grupos no es tampoco la que estamos tratando. Las religiones espiritualistas emplean formas de canalización que corresponden al reino de la magia.
El MUNDO DE LA MAGIA
¿Qué es la magia? ¿Qué interpretas por magia negra? ¿Qué interpretas por magia blanca? Piénsalo por un momento, si lo deseas. ¿Cuál es la diferencia entre magia negra y magia blanca, a tu modo de ver?
Hace muchos años que me formulo estas preguntas.
La práctica de la magia tiene lugar, por cierto. Para las personas que apenas se inician en el sendero del despertar, el fenómeno puede ser, como lo fue para mí, la primera señal de que la realidad física no es lo único que hay. Esto resulta muy útil para ayudar a romper los lazos que nos han encadenado al mundo de los sentidos, con exclusión de los niveles de la realidad que están más allá de la forma.
Con frecuencia, la gente necesita ver algo que considera fuera de la realidad ordinaria, a fin de comenzar a abrirse a la posible existencia de otras realidades. Hay más, mucho más que la realidad física. Ciertas cosas, que no se pueden explicar por la realidad física habitual, pueden indicar la existencia de otros niveles de la realidad.
Esto puede ser un principio para la exploración de otras realidades (como lo fueron las drogas para algunos de nosotros) y eso cumple una finalidad. Sin embargo, como en el caso de las drogas, una vez que la puerta ha sido abierta, el fenómeno puede ser una trampa.
La gente puede atascarse en los niveles fenoménicos (como los movimientos de la mesa, el doblarse de la cuchara o el convocar a los muertos) y no pasar nunca más allá de estos niveles, sin hacerse responsables por la plena realización de todos los planos de su Ser. El viaje espiritual no consiste en fenómenos interesantes. El viaje espiritual, tal como lo veo, consiste en abrirse a la plena Ser-idad que se es, hacerse responsable de ella, manifestarla y celebrarla. Consiste en la realización del Ser.
Recientemente tuve el privilegio de ser presentada a los “amigos” de un médico brujo blanco proveniente de Togo. Este hombre negro, educado y bien vestido, se consideraba brujo blanco porque usaba su magia con propósitos “buenos”. Sus amigos o aliados trabajaban con él desde las dimensiones espirituales.
Fue una muestra de confianza que me abriera su mundo interior; me sentí agradecida por esa oportunidad única. Los espíritus con que trabajaba eran convocados por medio de las tradicionales ofrendas de dinero y alcohol puro: ginebra vertida en la tierra del jardín y monedas enterradas tras el arbusto de lilas. El alcohol es una esencia tradicionalmente utilizada para llamar a un espíritu, que también es una esencia. El dinero es una versión moderna de los frutos del trabajo humano, ofrecidos a cambio del trabajo de los espíritus.
Al entrar en trance y abrirme a los espíritus aliados, me sorprendió lo poderoso de su energía. La vibración era muy diferente de aquella que experimentaba habitualmente al canalizar; el mundo de imágenes que se abrió con la energía fue totalmente distinto.
Al mismo tiempo, esa dimensión a la que me veía guiada era muy familiar; me sentí tan tranquila como si hubiera pasado muchas vidas trabajando en esas dimensiones como shamán, médica bruja y curandera. Conocí a varios espíritus de esa dimensión y ellos me mostraron (es muy difícil traducir la experiencia al lenguaje, pues éste sólo puede señalar la experiencia, sin captarla ni expresarla jamás en su plenitud) los niveles de los que eran amos, la variedad de su influencia y su interés. Inmediatamente capté que estaban involucrados en el mundo del deseo.
Estaban ligados a las preferencias personales. Estaban dispuestos a cumplir los deseos de sus aliados en forma física, y esos deseos provenían del nivel de la personalidad de la psiquis humana.
Para mí, eso es la magia. Es el intento de manipular la realidad para modelarla según los deseos y pensamientos que provienen de la mente humana. Estos deseos pueden ser considerados “buenos” o “malos”, lo cual es altamente subjetivo y relativo, pero igualmente provienen de una persona que cree saber qué “debería” pasar. Eso es muy diferente a entregarse a las fuerzas del universo y tratar de trabajar en armonía con ellas, en vez de manipularlas en beneficio personal o de acuerdo con el entendimiento muy limitado de que es capaz la mente humana.
Para trascender el ego es preciso buscar algo más elevado que la mente. Y por el tipo de canalización que estamos analizando se alcanza algo más elevado que la mente. Por la canalización uno puede abrirse a los niveles transpersonales de la conciencia y expandir su experiencia de quien es. Este es el gozo y el don qué se puede alcanzar mediante la canalización.
En 1983, cuando comencé, la canalización era relativamente desconocida. Ahora la gente canaliza conscientemente mensajes de delfines y otros animales, de la Tierra, de los Maestros Ascendidos, la Hermandad Blanca, la Hermandad Espacial, personajes bíblicos y decenas de otras figuras arquetípicas.
Tal vez hayas oído hablar del ama de casa inglesa que comenzó a canalizar composiciones musicales para gran orquesta. Nunca ha estudiado música. Sus composiciones canalizadas son de excelente calidad y parecen ser conti¬nuación de la obra de famosos compositores europeos, ya fallecidos.
En Londres tengo una amiga llamada Penélope, que dedicaba las tardes de domingo a pintar. Educada en la clase ociosa, como dicen los británicos (nosotros decimos, simplemente “ricos”), se entretenía pintando al óleo flores y parques, ese tipo de obras que uno ve en las exposiciones laterales de galerías respetables. Un día, estando muy concentrada en la conversación telefónica que mantenía, tomó un lápiz con la mano izquierda (aunque no es zurda) y comenzó a mover la mano sobre el gran block de apuntes que tenía en el regazo.
Su mano se movía de prisa; pronto empezó a actuar por su cuenta, trazando líneas hacia aquí y hacia allá, mientras el lápiz volaba por la página. Al dejar el teléfono, levantó el block y quedó atónita al descubrir un rostro etéreo que la miraba a través de las líneas a lápiz. Lo que había tomado por movimientos al azar había producido el retrato de un Ser increíblemente bello.
En un principio Penélope se aterrorizó, sintiéndose “invadida”. Aunque se interesaba por la metafísica y había comenzado a explorar su ser espiritual interior, este hecho era totalmente asombroso para ella. Como nada en su pasado le proporcionaba un marco en el que incluir lo ocurrido, guardó su secreto con aprensión. Necesitó algún tiempo y mucho conversar con personas familiarizadas con la canalización para aflojar conscientemente su control, invitando a otro dibujo a surgir a través de ella.
Con el correr del tiempo superó sus reparos, tomó algunos lápices de color y se abrió, dejando que por ella surgiera una serie de retratos de otros mundos. Los dibujos no se parecen a nada que yo haya visto anteriormente. Por cierto, no tienen nada en común con los óleos que Penélope pintaba con la mano derecha. Las caras son emocionantes y sobrehumanas, como si al papel se hubiera transferido la esencia de un alma. Una de las mejores galerías de Londres organizó una exposición de estos dibujos “canalizados”.
ABRIENDO PUERTAS
En Norteamérica, la canalización se puso muy a la ¿moda. Por desgracia, el ego es capaz de recurrir a cualquier cosa para mantenernos encerrados en nuestra separación; por eso sufrí una gran desilusión al ver la rivalidad que acompañó la popularidad de la canalización.
La gente comenzó a utilizarla como una manera más de separarse del prójimo, en vez de emplearla como herramienta para unir a las personas en el misterio compartido de la vida. Oí frases tales como: “Mi entidad es más antigua que la tuya”, “Yo canalizo de un Rayo más elevado que tú.” Ese tipo de cosas (al ego le en¬cantan esos “juegos”) lleva a perder la oportunidad que ofrece la canalización: la oportunidad de avanzar hacia la unión con lo transpersonal a través de lo personal.
Cuando comencé a canalizar a Sanat, “él” me preguntó si yo podría canalizar un libro. Respondí que sí, pensando que le hacía un favor. Todos los días, a las siete de la maña¬na, entraba en trance y encendía el grabador; así canalicé el primer libro (A Call to the Lightworkers) en un período de seis semanas. Luego canalicé el siguiente, Time for Joy. Gra¬dualmente noté que yo estaba cambiando.
Ya no me aferraba tanto como antes a mis patrones de conducta. Estaba más apaciguada. Podía apreciar un panorama mucho más amplio de la vida cotidiana. Me estaba iluminando. Comencé a comprender que el proceso diario de canalización estaba influyendo sobre mi propio proceso de despertar.
Los libros han beneficiado a miles de personas y el proceso de canalizarlos me ha beneficiado a mí. Cuando se me pidió que canalizara este libro, comprendí que no se trataba sólo del libro. Comprendí que necesitaba estar nuevamente inmersa en la energía de canalización, todos los días. El proceso de canalización es un don muy real para mí, en mi viaje de despertar.
Como dije anteriormente, cuando comencé a canalizar pensé que la energía que hablaba a través de mí era “otro”. Después de los dos primeros libros se me pidió que canalizara un tercero. Estuve de acuerdo y comencé a canalizarlo en un grabador, todas las mañanas, como lo había hecho con los dos primeros. Había hecho ya una tercera parte cuando empecé a sentirme intranquila. El tono cambió. Ya no parecía tan remoto. En vez de “nosotros aquí, en Venus, y vosotros allá, en la Tierra”, se convirtió en “nosotros”.
No estaba preparada para eso. Podía manejar la idea de estar permitiendo que alguna entidad lejana utilizara mi cuerpo para enviar mensajes a la Tierra. No me molestaba ser una especie de micrófono cósmico, una inocente espectadora de las obras de poderes más elevados. Eso estaba bien. Sin embargo, de pronto “yo” participaba. Dejé de canalizar el libro.
Sin embargo, continué canalizando para individuos y grupos; con el correr del tiempo me sentí más dispuesta a reconocer que “yo” estaba vinculada con lo que se decía. A veces era como si lo que se estaba diciendo fuera lo que yo diría en mi estado más claro y expandido de conciencia. Claro que siempre hubo en la canalización detalles que, en mi estado de vigilia habitual, yo no hubiera tenido manera de saber. Sin embargo, empecé a reconocer el nivel de conciencia, el espacio del que provenía la información, como algo que no existía aparte de mí. Era claro que mi ser personal, mi propio ego, mi propia mente, no era responsable por ese nivel de información. El Ser con el que estaba habituada a identificarme no podía ofrecer una comunicación tan sabia y rica, pero aun así me sentía conectada con esa información.
Gradualmente empecé a comprender que, si bie n mi propio ser normal no era responsable de la sabiduría que surgía por la canalización, yo podía conectarme con ese plano por medio de mi ser normal. Tenía acceso a los niveles transpersonales de conciencia a través de mi propia conciencia personal. Comencé a experimentar la canalización, no como el dejar que “otro” viniera a usar mi cuerpo, sino como la experiencia de abrirse conscientemente a esos aspectos que, dentro de mi propio Ser, están conectados con los niveles transpersonales y arquetípicos de la conciencia colectiva.
El otro cambio que se ha producido en mí, al abrirme a esos niveles transpersonales de conciencia, es que mi propio sentido del Ser ya no se basa en mi personalidad, en mi ego ni en mi mente. Tiempo atrás había descubierto que yo no era mi cuerpo, ni mis emociones, ni mis pensamientos. Tenía todo eso, por supuesto, pero había dejado de identificarme con ellos. Mediante la experiencia de la canalización sé que no soy mi ser personal. Tengo una personalidad, un ego y una mente, y ya no me identifico con ellos. Es a un tiempo aterrorizante y liberador.
Para mí, en eso consiste realmente la técnica de la canalización: se trata de una técni¬ca adquirible, que permite abrirse a aspectos de la conciencia que normalmente no están al alcance de nuestros estados habituales de conciencia. Es una herramienta que podemos emplear para experimentar lo que realmente somos. Puede liberamos de las ataduras del ser personal y permitimos la conexión con aspectos de uno mismo que no estábamos experimentando conscientemente.
En nuestros entrenamientos hemos enseñado la técnica de canalización a personas de todos los estratos de la vida y de varios países diferentes. Algunas de estas personas estaban apenas comenzando conscientemente su viaje espiritual; otros llevaban décadas en él. Cada persona que se abre efectivamente a los aspectos transpersonales de la conciencia, mediante la técnica de la canalización, se siente conmovida por lo sagrado de la experiencia. Con frecuencia hay lágrimas de reconocimiento, como si en verdad uno llegara por fin al hogar.
Canalizo desde 1983. Aunque mi modo de concebir la experiencia ha cambiado mucho desde que comencé, continúa siendo una experiencia muy personal y sagrada, un pasar consciente a una relación íntima con lo divino.
En otras páginas he escrito sobre mi sensación de que, en un principio, se me llevó engañada a la canalización. Pidiendo disculpas a quienes conocen la anécdota, repetiré el episodio en este nuevo libro para quienes no lo conozcan.
Nunca quise canalizar. En realidad, me negaba específicamente a hacerlo. Había estado casada con un hombre que se interesaba mucho por el fenómeno y quería que canalizara para él. Ambos pasamos algún tiempo con Lazaris, una entidad canalizada por Jack Pursel, en Marín County, California; aunque disfrutaba mucho con Lazaris, no quería saber nada con el proceso en sí. Para mí era demasiado fantasmagórico. Aunque trabajaba media jomada como terapeuta de renacimientos y vidas pasadas y había comenzado a liderar algunos grupos pequeños, aún me aferraba a mi identidad de ama de casa “normal”. (¡Ah, las maravillosas defensas creativas del ego!)
Es una alegría explorar estos niveles e interactuar con los diversos aspectos de lo colectivo a los que estamos individualmente conectados.
Como en los estados colectivos de conciencia hay muchos niveles diferentes (desde aquellos que se vinculan estrechamente con los niveles de la personalidad humana hasta los que tratan temas muy abstractos) la canalización se ha utilizado de muchos modos diferentes a lo largo de la historia.
Hay una antigua forma de canalización que persiste en la actualidad: es la comunicación con los muertos.
Aun en las culturas occidentales, los creyentes del ocultismo siempre han consultado a los médiums a fin de recibir mensajes de sus seres amados fallecidos. Entre golpes en la mesa y encuentros con la tabla ouija, se puede haber preguntado al tío Joe dónde escondió su dinero. Sue puede haber pedido a Tom que la perdonara; quizá lloró al decirle que, en realidad, lo había amado.
Alguien puede haber preguntado a la tía Sally cuál era el ingrediente secreto del pastel de manza¬na con el que ganaba todos los premios. En un cuarto a oscuras y en silencio, el médium cae en trance y el tío Joe habla a través de él desde el mundo de los espíritus. Consultar a los muertos buscando terminación, consuelo, informaciones y hasta orientación es algo que siempre ha ocurrido, de una forma u otra.
Aunque comunicarse con los muertos puede ser a veces curativo y útil, no es el tipo de canalización al que nos referimos en este libro. No recomiendo canalizar a los muertos. El sistema de conexión que utilizamos al canalizar está ideado para trascender el nivel de conciencia asociado con los muertos recientes, buscando los aspectos transpersonales de nuestra Ser-idad.
Es la información provista por el nivel transpersonal de conciencia lo que resulta útil en el despertar de nuestra experiencia de quienes realmente somos. A veces he querido información de alguien que ha muerto recientemente (por reciente se considera un fallecimiento ocu¬rrido dentro de los cien años últimos). En el capítulo siguiente analizaré los modos de conectarse con ese nivel.
Las religiones espiritualistas siempre han utilizado alguna forma de canalización para ligar a los creyentes con su fe. Con frecuencia emplean danzas o drogas para inducir un estado similar al trance; luego convocan a los espíritus para que entren en su cuerpo y hablen con la gente. Se pide entonces a los espíritus que otorguen lo que se les pide en las plegarias.
Pasé un par de años en Brasil y, si bien nunca asistí a ninguna de esas reuniones, estoy familiarizada con el espiritualismo vudú de Macumba e Irmanjoa. La forma de canalización que utilizan estos grupos no es tampoco la que estamos tratando. Las religiones espiritualistas emplean formas de canalización que corresponden al reino de la magia.
El MUNDO DE LA MAGIA
¿Qué es la magia? ¿Qué interpretas por magia negra? ¿Qué interpretas por magia blanca? Piénsalo por un momento, si lo deseas. ¿Cuál es la diferencia entre magia negra y magia blanca, a tu modo de ver?
Hace muchos años que me formulo estas preguntas.
La práctica de la magia tiene lugar, por cierto. Para las personas que apenas se inician en el sendero del despertar, el fenómeno puede ser, como lo fue para mí, la primera señal de que la realidad física no es lo único que hay. Esto resulta muy útil para ayudar a romper los lazos que nos han encadenado al mundo de los sentidos, con exclusión de los niveles de la realidad que están más allá de la forma.
Con frecuencia, la gente necesita ver algo que considera fuera de la realidad ordinaria, a fin de comenzar a abrirse a la posible existencia de otras realidades. Hay más, mucho más que la realidad física. Ciertas cosas, que no se pueden explicar por la realidad física habitual, pueden indicar la existencia de otros niveles de la realidad.
Esto puede ser un principio para la exploración de otras realidades (como lo fueron las drogas para algunos de nosotros) y eso cumple una finalidad. Sin embargo, como en el caso de las drogas, una vez que la puerta ha sido abierta, el fenómeno puede ser una trampa.
La gente puede atascarse en los niveles fenoménicos (como los movimientos de la mesa, el doblarse de la cuchara o el convocar a los muertos) y no pasar nunca más allá de estos niveles, sin hacerse responsables por la plena realización de todos los planos de su Ser. El viaje espiritual no consiste en fenómenos interesantes. El viaje espiritual, tal como lo veo, consiste en abrirse a la plena Ser-idad que se es, hacerse responsable de ella, manifestarla y celebrarla. Consiste en la realización del Ser.
Recientemente tuve el privilegio de ser presentada a los “amigos” de un médico brujo blanco proveniente de Togo. Este hombre negro, educado y bien vestido, se consideraba brujo blanco porque usaba su magia con propósitos “buenos”. Sus amigos o aliados trabajaban con él desde las dimensiones espirituales.
Fue una muestra de confianza que me abriera su mundo interior; me sentí agradecida por esa oportunidad única. Los espíritus con que trabajaba eran convocados por medio de las tradicionales ofrendas de dinero y alcohol puro: ginebra vertida en la tierra del jardín y monedas enterradas tras el arbusto de lilas. El alcohol es una esencia tradicionalmente utilizada para llamar a un espíritu, que también es una esencia. El dinero es una versión moderna de los frutos del trabajo humano, ofrecidos a cambio del trabajo de los espíritus.
Al entrar en trance y abrirme a los espíritus aliados, me sorprendió lo poderoso de su energía. La vibración era muy diferente de aquella que experimentaba habitualmente al canalizar; el mundo de imágenes que se abrió con la energía fue totalmente distinto.
Al mismo tiempo, esa dimensión a la que me veía guiada era muy familiar; me sentí tan tranquila como si hubiera pasado muchas vidas trabajando en esas dimensiones como shamán, médica bruja y curandera. Conocí a varios espíritus de esa dimensión y ellos me mostraron (es muy difícil traducir la experiencia al lenguaje, pues éste sólo puede señalar la experiencia, sin captarla ni expresarla jamás en su plenitud) los niveles de los que eran amos, la variedad de su influencia y su interés. Inmediatamente capté que estaban involucrados en el mundo del deseo.
Estaban ligados a las preferencias personales. Estaban dispuestos a cumplir los deseos de sus aliados en forma física, y esos deseos provenían del nivel de la personalidad de la psiquis humana.
Para mí, eso es la magia. Es el intento de manipular la realidad para modelarla según los deseos y pensamientos que provienen de la mente humana. Estos deseos pueden ser considerados “buenos” o “malos”, lo cual es altamente subjetivo y relativo, pero igualmente provienen de una persona que cree saber qué “debería” pasar. Eso es muy diferente a entregarse a las fuerzas del universo y tratar de trabajar en armonía con ellas, en vez de manipularlas en beneficio personal o de acuerdo con el entendimiento muy limitado de que es capaz la mente humana.
Para trascender el ego es preciso buscar algo más elevado que la mente. Y por el tipo de canalización que estamos analizando se alcanza algo más elevado que la mente. Por la canalización uno puede abrirse a los niveles transpersonales de la conciencia y expandir su experiencia de quien es. Este es el gozo y el don qué se puede alcanzar mediante la canalización.
En 1983, cuando comencé, la canalización era relativamente desconocida. Ahora la gente canaliza conscientemente mensajes de delfines y otros animales, de la Tierra, de los Maestros Ascendidos, la Hermandad Blanca, la Hermandad Espacial, personajes bíblicos y decenas de otras figuras arquetípicas.
Tal vez hayas oído hablar del ama de casa inglesa que comenzó a canalizar composiciones musicales para gran orquesta. Nunca ha estudiado música. Sus composiciones canalizadas son de excelente calidad y parecen ser conti¬nuación de la obra de famosos compositores europeos, ya fallecidos.
En Londres tengo una amiga llamada Penélope, que dedicaba las tardes de domingo a pintar. Educada en la clase ociosa, como dicen los británicos (nosotros decimos, simplemente “ricos”), se entretenía pintando al óleo flores y parques, ese tipo de obras que uno ve en las exposiciones laterales de galerías respetables. Un día, estando muy concentrada en la conversación telefónica que mantenía, tomó un lápiz con la mano izquierda (aunque no es zurda) y comenzó a mover la mano sobre el gran block de apuntes que tenía en el regazo.
Su mano se movía de prisa; pronto empezó a actuar por su cuenta, trazando líneas hacia aquí y hacia allá, mientras el lápiz volaba por la página. Al dejar el teléfono, levantó el block y quedó atónita al descubrir un rostro etéreo que la miraba a través de las líneas a lápiz. Lo que había tomado por movimientos al azar había producido el retrato de un Ser increíblemente bello.
En un principio Penélope se aterrorizó, sintiéndose “invadida”. Aunque se interesaba por la metafísica y había comenzado a explorar su ser espiritual interior, este hecho era totalmente asombroso para ella. Como nada en su pasado le proporcionaba un marco en el que incluir lo ocurrido, guardó su secreto con aprensión. Necesitó algún tiempo y mucho conversar con personas familiarizadas con la canalización para aflojar conscientemente su control, invitando a otro dibujo a surgir a través de ella.
Con el correr del tiempo superó sus reparos, tomó algunos lápices de color y se abrió, dejando que por ella surgiera una serie de retratos de otros mundos. Los dibujos no se parecen a nada que yo haya visto anteriormente. Por cierto, no tienen nada en común con los óleos que Penélope pintaba con la mano derecha. Las caras son emocionantes y sobrehumanas, como si al papel se hubiera transferido la esencia de un alma. Una de las mejores galerías de Londres organizó una exposición de estos dibujos “canalizados”.
ABRIENDO PUERTAS
En Norteamérica, la canalización se puso muy a la ¿moda. Por desgracia, el ego es capaz de recurrir a cualquier cosa para mantenernos encerrados en nuestra separación; por eso sufrí una gran desilusión al ver la rivalidad que acompañó la popularidad de la canalización.
La gente comenzó a utilizarla como una manera más de separarse del prójimo, en vez de emplearla como herramienta para unir a las personas en el misterio compartido de la vida. Oí frases tales como: “Mi entidad es más antigua que la tuya”, “Yo canalizo de un Rayo más elevado que tú.” Ese tipo de cosas (al ego le en¬cantan esos “juegos”) lleva a perder la oportunidad que ofrece la canalización: la oportunidad de avanzar hacia la unión con lo transpersonal a través de lo personal.
Cuando comencé a canalizar a Sanat, “él” me preguntó si yo podría canalizar un libro. Respondí que sí, pensando que le hacía un favor. Todos los días, a las siete de la maña¬na, entraba en trance y encendía el grabador; así canalicé el primer libro (A Call to the Lightworkers) en un período de seis semanas. Luego canalicé el siguiente, Time for Joy. Gra¬dualmente noté que yo estaba cambiando.
Ya no me aferraba tanto como antes a mis patrones de conducta. Estaba más apaciguada. Podía apreciar un panorama mucho más amplio de la vida cotidiana. Me estaba iluminando. Comencé a comprender que el proceso diario de canalización estaba influyendo sobre mi propio proceso de despertar.
Los libros han beneficiado a miles de personas y el proceso de canalizarlos me ha beneficiado a mí. Cuando se me pidió que canalizara este libro, comprendí que no se trataba sólo del libro. Comprendí que necesitaba estar nuevamente inmersa en la energía de canalización, todos los días. El proceso de canalización es un don muy real para mí, en mi viaje de despertar.
Como dije anteriormente, cuando comencé a canalizar pensé que la energía que hablaba a través de mí era “otro”. Después de los dos primeros libros se me pidió que canalizara un tercero. Estuve de acuerdo y comencé a canalizarlo en un grabador, todas las mañanas, como lo había hecho con los dos primeros. Había hecho ya una tercera parte cuando empecé a sentirme intranquila. El tono cambió. Ya no parecía tan remoto. En vez de “nosotros aquí, en Venus, y vosotros allá, en la Tierra”, se convirtió en “nosotros”.
No estaba preparada para eso. Podía manejar la idea de estar permitiendo que alguna entidad lejana utilizara mi cuerpo para enviar mensajes a la Tierra. No me molestaba ser una especie de micrófono cósmico, una inocente espectadora de las obras de poderes más elevados. Eso estaba bien. Sin embargo, de pronto “yo” participaba. Dejé de canalizar el libro.
Sin embargo, continué canalizando para individuos y grupos; con el correr del tiempo me sentí más dispuesta a reconocer que “yo” estaba vinculada con lo que se decía. A veces era como si lo que se estaba diciendo fuera lo que yo diría en mi estado más claro y expandido de conciencia. Claro que siempre hubo en la canalización detalles que, en mi estado de vigilia habitual, yo no hubiera tenido manera de saber. Sin embargo, empecé a reconocer el nivel de conciencia, el espacio del que provenía la información, como algo que no existía aparte de mí. Era claro que mi ser personal, mi propio ego, mi propia mente, no era responsable por ese nivel de información. El Ser con el que estaba habituada a identificarme no podía ofrecer una comunicación tan sabia y rica, pero aun así me sentía conectada con esa información.
Gradualmente empecé a comprender que, si bie n mi propio ser normal no era responsable de la sabiduría que surgía por la canalización, yo podía conectarme con ese plano por medio de mi ser normal. Tenía acceso a los niveles transpersonales de conciencia a través de mi propia conciencia personal. Comencé a experimentar la canalización, no como el dejar que “otro” viniera a usar mi cuerpo, sino como la experiencia de abrirse conscientemente a esos aspectos que, dentro de mi propio Ser, están conectados con los niveles transpersonales y arquetípicos de la conciencia colectiva.
El otro cambio que se ha producido en mí, al abrirme a esos niveles transpersonales de conciencia, es que mi propio sentido del Ser ya no se basa en mi personalidad, en mi ego ni en mi mente. Tiempo atrás había descubierto que yo no era mi cuerpo, ni mis emociones, ni mis pensamientos. Tenía todo eso, por supuesto, pero había dejado de identificarme con ellos. Mediante la experiencia de la canalización sé que no soy mi ser personal. Tengo una personalidad, un ego y una mente, y ya no me identifico con ellos. Es a un tiempo aterrorizante y liberador.
Para mí, en eso consiste realmente la técnica de la canalización: se trata de una técni¬ca adquirible, que permite abrirse a aspectos de la conciencia que normalmente no están al alcance de nuestros estados habituales de conciencia. Es una herramienta que podemos emplear para experimentar lo que realmente somos. Puede liberamos de las ataduras del ser personal y permitimos la conexión con aspectos de uno mismo que no estábamos experimentando conscientemente.
En nuestros entrenamientos hemos enseñado la técnica de canalización a personas de todos los estratos de la vida y de varios países diferentes. Algunas de estas personas estaban apenas comenzando conscientemente su viaje espiritual; otros llevaban décadas en él. Cada persona que se abre efectivamente a los aspectos transpersonales de la conciencia, mediante la técnica de la canalización, se siente conmovida por lo sagrado de la experiencia. Con frecuencia hay lágrimas de reconocimiento, como si en verdad uno llegara por fin al hogar.
Canalizo desde 1983. Aunque mi modo de concebir la experiencia ha cambiado mucho desde que comencé, continúa siendo una experiencia muy personal y sagrada, un pasar consciente a una relación íntima con lo divino.
En otras páginas he escrito sobre mi sensación de que, en un principio, se me llevó engañada a la canalización. Pidiendo disculpas a quienes conocen la anécdota, repetiré el episodio en este nuevo libro para quienes no lo conozcan.
Nunca quise canalizar. En realidad, me negaba específicamente a hacerlo. Había estado casada con un hombre que se interesaba mucho por el fenómeno y quería que canalizara para él. Ambos pasamos algún tiempo con Lazaris, una entidad canalizada por Jack Pursel, en Marín County, California; aunque disfrutaba mucho con Lazaris, no quería saber nada con el proceso en sí. Para mí era demasiado fantasmagórico. Aunque trabajaba media jomada como terapeuta de renacimientos y vidas pasadas y había comenzado a liderar algunos grupos pequeños, aún me aferraba a mi identidad de ama de casa “normal”. (¡Ah, las maravillosas defensas creativas del ego!)