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Lo que he llegado a entender. Porqué me enferme… y sané.‏- por Anita Morjani

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“Si me amo, entonces automáticamente siento lo mismo por ti” 
Anita Morjani
Lo que he llegado a entender. Porqué me enferme… y sané.‏- por Anita Morjani
Durante mi ECM (encuentro Cercano a la Muerte), experimenté tanta claridad. La pregunta que me hacen con más frecuencia cuando estoy compartiendo mi historia, es: “Entonces, ¿qué causó su cáncer?” Es perfectamente entendible que la mayoría de la gente esté tan interesada en esa respuesta.
Pero antes que me extienda en ella, sólo quiero alertarlos de los peligros inherentes a este tópico.
Uno de los riesgos es que lo que yo diga podría aparentar que las personas que no se recuperan o que aún tienen cáncer, u otras enfermedades, son de algún modo “menos” que aquellos que se han sanado. Esto, simplemente, ¡no es verdad!
También puede ser muy frustrante si lo que yo digo suena demasiado simplista, especialmente cuando usted o alguien que usted conoce están sufriendo. Este es uno de los primeros problemas con el lenguaje –algunas veces las palabras pueden causar más daño que bienestar. Deseo enfatizar que alguien que todavía tenga cáncer o que no se haya sanado es una persona completamente magnificente. Las razones de su enfermedad yacen en su viaje personal y probablemente estén relacionadas con su propósito individual. Ahora puedo ver que mi enfermedad fue parte del por qué estoy aquí y si hubiera escogido vivir o morir no sería por eso, menos magnificente.
Sé que habrá quienes no estén de acuerdo con lo que digo sobre la sanación, lo cual es perfecto.
Sólo estoy expresando lo que sentí que pasó en mi interior en ese momento, con la esperanza de que mis palabras puedan ayudar a alguien más.
Como dije, la pregunta más frecuente que me hacen es por qué me dio cáncer. Puedo resumir la respuesta en una palabra: miedo.
¿A qué le temía? Casi a todo: al fracaso, a no gustarle a nadie, a quedarle mal a la gente y a no ser lo suficientemente buena. También le temía a la enfermedad, al cáncer en particular, lo mismo que a su tratamiento. Le tenía miedo a vivir y estaba aterrada de morir.
El miedo es muy sutil y se nos puede trepar gradualmente sin que nos demos cuenta. Mirando hacia atrás, veo que a la mayoría de nosotros se nos enseña, desde muy pequeños, a tener miedo, aunque no creo que hayamos nacido de esa forma.
Una de las cosas que creo es que ya somos aquello que tratamos de lograr durante todas nuestras vidas, pero simplemente, ¡no nos damos cuenta! Venimos a la vida sabiendo de nuestra magnificencia. No sé la razón, pero el mundo parece derribarla mientras empezamos a crecer.
Empieza sutilmente al principio con pequeños signos de ansiedad, tales como no ser querida o no ser lo suficientemente buena, tal vez porque nos veamos diferentes de nuestros compañeros, tal vez porque somos de otra raza, demasiado altos, demasiado pequeños, demasiado gordos, o demasiado delgados. ¡Deseamos tanto encajar en el medio! No recuerdo haber sido alentada a ser quien yo realmente era, ni fiel a mí misma, ni me confirmaron que estaba bien ser diferente.
Todo lo que recuerdo es esa pequeña voz molesta de desaprobación que continuamente oía en mi cabeza.
Yo le daba gusto a los demás y le temía a la desaprobación sin importar de dónde venía.
Maniobraba para evitar que la gente pensara mal de mí y con el paso de los años, me perdí a mí misma en el proceso. Estaba completamente desconectada de quién era yo o lo que quería, porque todo lo que hacía estaba diseñado para ganar la aprobación –de todos, excepto la mía propia. De hecho, en los años que me llevaron al cáncer, si alguien me hubiera preguntado que quería en la vida, habría tenido que decir que en realidad no lo sabía. Estaba tan envuelta en las expectativas de mi cultura, tratando de ser la persona que se esperaba que fuera que realmente no sabía qué era importante para mí.
Después de que mi mejor amiga, Soni, y el cuñado de Danny fueron diagnosticados con cáncer, empecé a desarrollar un profundo miedo a la enfermedad. Sentía que si los había golpeado a ellos, podría hacerlo con cualquiera, de tal forma que empecé a hacer todo lo que podía para evitar enfermarme. Sin embargo, en la medida en que más leía sobre su prevención, más sentía que tenía razón de tener miedo. Me parecía que todo causaba cáncer. Leí sobre como los agentes patógenos en el ambiente y en la comida eran cancerígenos; los hornos microondas, el uso de recipientes plásticos para comida, comer cualquier cosa con preservantes, usar teléfonos celulares –todos ellos parecían causar cáncer. La lista continuaba sin límite.
No solamente le tenía temor a la enfermedad en sí, sino también al tratamiento de quimioterapia.
Como lo describí, Soni murió mientras estaba bajo ese tipo de tratamiento, lo cual simplemente exacerbó mis miedos.
Lentamente, me encontré aterrada tanto de morir como de vivir. Era casi como si estuviera atrapada por mis miedos. Mi experiencia de vida se estaba volviendo cada vez más pequeña porque para mí el mundo era un lugar amenazante… Y luego, me diagnosticaron cáncer.
Aunque parecía que estaba dándole la pelea a la enfermedad, yo creía que el cáncer era una sentencia de muerte. Pasé por las etapas de hacer todo lo que podía, pero en el fondo de mi mente, todavía creía que no lo iba a lograr. Y le tenía mucho, mucho, miedo a la muerte.
El hecho de que los científicos continuamente decían que estaban tratando de encontrar una cura para el cáncer, me indicaba que aún no había una solución conocida. Este parecía ser un hecho aceptado, por lo menos en el mundo médico convencional. Estar informada que la medicina convencional era la única opción y que esta disciplina admitía que no había cura, fue suficiente para enviar un sentimiento profundo de terror al centro de mi corazón. La palabra cáncer en sí misma fue suficiente para causarme miedo y las falencias de la ciencia, apoyaron el sentimiento de que iba a morir.
Aún así hice todo lo que pude, pero la enfermedad parecía estar progresando y empeorando.
Aunque la mayoría de la gente que conocía me aconsejó en contra, opté por la medicina alternativa porque sentía que con la terapia convencional, estaba condenada desde el comienzo.
En su lugar, tomé todas las modalidades que conocía y como mencioné antes, renuncié a mi trabajo y me dediqué durante años a este proceso.
Intenté la sanación a través de la fe, la oración, la meditación y las sesiones energéticas. Leí todos los libros a los que pude echar mano sobre el cáncer, aprendí cada connotación posible dada a la enfermedad. Trabajé en terapia del perdón y perdoné a todos los que conocía y después, los volví a perdonar. Viajé a la India y a China, conocí monjes budistas, yoguis indios y maestros iluminados, con la esperanza de que ellos me ayudaran a encontrar respuestas que condujeran a la sanación.
Intenté ser vegetariana, meditar en la cima de la montaña, el yoga, la medicina ayurvédica, el balance de los chakras, la medicina china herbal, la sanación pránica y Chi Gong.
Pero a pesar de todo esto, mi cáncer continuaba empeorando. Mi mente estaba en un estado de total confusión y yo continuaba perdiéndome, aún más, en diferentes modalidades de sanación, probando todo, sólo para permanecer viva, mientras mi salud continuaba deteriorándose. Como lo describí antes, mi cuerpo, eventualmente, dejó de absorber nutrientes y tuve una pérdida muscular al punto que ya no pude caminar. La silla de ruedas se volvió mi única forma de movilidad. Mi cabeza colgaba del cuello como una bola de bolos agrandada y no podía respirar sin el tanque de oxígeno que nunca se apartó de mi lado. Mientras dormía mi esposo permanecía despierto toda la noche sólo para asegurarse que yo todavía respiraba. Mi madre me cuidaba porque yo no podía hacerlo. Fue muy difícil para todos nosotros y podía sentir su dolor sumado al mío.
Ni siquiera puedo describir que tan intenso era el terror que estaba experimentando, día tras día, mientras mi cuerpo continuaba deteriorándose. Me agarraba a la vida con las uñas. Iba a grupos de sanación espiritual donde incluso me dijeron que esto era mi elección. También escuché que el mundo es una ilusión.
Estaba muy frustrada y con miedo, preguntándome: ¿Por qué iba yo a escoger esto? ¿Cómo puedo escoger algo diferente? Si esto es una ilusión, ¿por qué se siente tan real? Si Dios oye todas las oraciones, ¿por qué no está oyendo las mías? Había estado probando seriamente todo lo que pude: perdón, limpieza, sanación, oración y meditación. Simplemente no podía entender por qué me estaba pasando esto.
Pero cuando finalmente se volvió demasiado difícil de aguantar, me solté. Hubo un total e interno dejar ir. Después de que el cáncer devastó mi cuerpo durante más de 4 años, simplemente estaba demasiado débil para continuar… así que me rendí. Estaba cansada. Sabía que el siguiente paso sería la muerte y finalmente había llegado al punto donde le daba la bienvenida. Cualquier cosa tenía que ser mejor que esto.
Ahí fue cuando caí en un coma y mis órganos empezaron a apagarse. Sabía que nada podría ser peor que lo que mi familia y yo estábamos viviendo. Y entonces empecé a sumergirme hacia la muerte.
El reino que experimenté cuando mi cuerpo se apagó me permitió ver mi propia magnificencia, sin distorsiones por el miedo. Fui consciente que tenía acceso a un poder grandioso.
Cuando renuncié a aferrarme a la vida física, no sentía que necesitaba hacer nada en particular para entrar en el otro reino, como rezar, cantar, usar mantras, el perdón o cualquier otra técnica.
Continuar era parecido a hacer absolutamente nada. Era algo parecido a decirle a nadie en especial: “Bueno, no tengo más para dar. Me rindo. Tómame, haz lo que quieras conmigo. Te saliste con la tuya.”
En ese estado de claridad en el otro reino, instintivamente entendí que yo estaba muriendo a causa de todos mis miedos. No estaba expresando mi verdadero ser porque mis preocupaciones no me dejaban hacerlo. Entendí que el cáncer no era un castigo o algo por el estilo. Era simplemente mi propia energía, manifestándose como cáncer porque mis miedos no permitían que me expresara como la fuerza magnificente que se suponía era.
En este estado expansivo, fui consciente de cuán duro me había tratado y juzgado a mí misma durante toda mi vida. Nadie me estaba castigando. Finalmente había entendido que era a mí a quien no había perdonado y no a otras personas. Yo era a quién estaba juzgando, a quién había abandonado y a quién no había amado lo suficiente. No tenía nada que ver con nadie más. Me vi a mí misma como una niña linda del universo. Sólo por el hecho de existir, me hacía merecedora al amor incondicional. Me di cuenta de que no necesitaba hacer nada para merecerlo –ni rezar, ni rogar ni nada más. Entendí que nunca me había amado a mí misma, ni valorado, ni había visto la belleza de mi propia alma. Aunque la magnificencia incondicional siempre estaba para mí, sentía como si la vida física la hubiera, de algún modo, decantado o desgastado.
Este entendimiento hizo que me diera cuenta que ya no había nada que temer. Yo vi aquello a lo que tengo acceso -a lo que todos tenemos acceso. Y por esto hice una poderosa elección: regresar.
Esta decisión, hecha en estado consciente, fue la única y más poderosa fuerza que dirigió mi regreso. En el momento en que desperté de nuevo en mi cuerpo, supe que cada una de las células respondería a la decisión de regresar y que iba a estar bien.
De regreso en mi ser físico en el hospital, entendí que después de todo –todos los exámenes, biopsias y drogas- se llevarían a cabo para satisfacer a los demás a mi alrededor. Aunque mucho de ello era extremadamente doloroso, yo sabía que iba a estar bien. Mi magnificente e infinito ser había decidido continuar viviendo y expresándose a través de este cuerpo, así que nada en el mundo podría afectar esta decisión.
Quiero aclarar que mi sanación no nació de un cambio en el estado de mi mente o de mis creencias, sino a que finalmente permití que mi verdadero espíritu brillara. Muchos me han preguntado si el pensamiento positivo ocasionó mi recuperación; la respuesta es no. El estado en el que estaba durante mi ECM fue mucho más allá de la mente y me sané porque mis pensamientos dañinos estaban simplemente fuera del camino por completo. Yo no estaba en un estado de pensar, sino en un estado de Ser. Esto era Consciencia pura – ¡lo que yo llamo magnificencia! En este estado de Unicidad se trasciende la dualidad. Era capaz de estar en contacto con quien soy de verdad, la parte de mí que es eterna, infinita y abarca el Todo.
Definitivamente, este no era un caso de “mente sobre materia”.
No recomiendo el punto de vista de que si “creemos de cierta manera”, seamos capaces de eliminar la enfermedad o crear una vida ideal. Algunas veces esto puede ser demasiado simplista.
En cambio, me enfoco más en la consciencia de ser, lo cual es diferente. El estar tan metidos en creencias que ya no nos sirven, puede mantenernos encerrados en un estado de dualidad y de permanente juzgamiento. Lo que apoyamos lo consideramos “bueno” y “positivo”; y lo que no, no.
Esto también nos pone en la posición de necesitar defender nuestras creencias cuando los demás no estén de acuerdo. Y cuando invertimos demasiada energía en defendernos, nos volvemos reacios a soltarlas, aún cuando estas ideas ya no nos sirvan. Ahí es cuando nuestras creencias empiezan a poseernos, en lugar de ser al revés.
Por otro lado, tener consciencia, sólo significa darnos cuenta qué existe y qué es posible –sin juicios. El Ser consciente no necesita defenderse. Se expande, crece y puede abarcarlo todo, acercándonos al estado de Unicidad. Ahí es donde los milagros tienen lugar. Por el contrario, las creencias sólo nos permiten aquello que consideramos creíble y descartamos todo lo demás.
Así que ¡no!, no fueron mis creencias las que causaron que me sanara. Mi ECM era un estado de pura consciencia, o sea, un estado en el cual todas las doctrinas y dogmas que previamente sostenía, quedaron suspendidas. Esto le permitió a mi cuerpo “reinicializarse”, por sí mismo. En otras palabras, lo que se requería era una ausencia de creencias para mi sanación.
En el momento en que renuncié por completo a mi fuerte deseo de permanecer viva, experimenté la muerte. Y en la muerte, entendí que todavía no era mi tiempo. Cuando estuve dispuesta a soltar lo que quería, recibí lo que era mío de verdad; y entendí que lo segundo es siempre el regalo mayor.
Desde mi ECM, aprendí que las ideologías sostenidas fuertemente, realmente trabajan en mi contra. La necesidad de actuar sobre creencias concretas limita mis experiencias porque me mantiene sólo en el reino de lo conocido -y mi conocimiento se limita. Y si me restrinjo a sólo lo que soy capaz de concebir, estoy deteniendo mi potencial y lo que permito en mi vida. Sin embargo, si puedo aceptar que mi entendimiento es incompleto y soy capaz de estar cómoda con la incertidumbre, esto me abre al reino de las infinitas posibilidades.
Caí en cuenta que después de mi ECM soy muy poderosa con sólo soltar; con sólo desapegarme de mis creencias y de mis no creencias, me abro a todas las posibilidades. Así mismo esto se da al experimentar una claridad interna mayor y la sincronicidad. Siento que el mismo hecho de necesitar seguridad es un bloqueo para experimentar mayores niveles de consciencia. Por el contrario, el proceso de soltar y abandonar todas las ataduras a cualquier creencia o resultado, produce un efecto de liberación por catarsis que conduce a la sanación. La dicotomía es que para que la verdadera sanación ocurra, debo desapegarme de la necesidad de ser sanada y sólo gozar y confiar en el hermoso viaje que es la vida.
Fue importante darme cuenta que soy mucho más que mi biología, que soy algo infinitamente mayor. Y nuevamente, quiero reiterar que ¡la enfermedad no es nuestra culpa! Pensar de ese modo puede ser frustrante para cualquier persona que esté enferma; pero estoy diciendo que nuestra biología responde a nuestra consciencia; nuestros hijos, animales y nuestros alrededores también lo hacen. Nuestra consciencia puede cambiar las condiciones del planeta de una forma mayor de la que nos damos cuenta. Esto se debe a que ¡todos estamos conectados -no me canso de repetirlo lo suficiente!
Para mí, el primer paso para estar consciente es entender cómo la naturaleza quiso que fueran las cosas. Esto significa estar conscientes de nuestros cuerpos y nuestros alrededores y ser capaces de respetar la esencia de las cosas, sin exigir que sean diferentes -y esto nos incluye a nosotros mismos. Debemos entender la magnificencia de cómo el universo tiene la intención de que seamos sin necesidad de cambios. No tenemos que tratar de vivir para llenar las expectativas de perfección de otras personas y luego sentirnos inadecuados cuando fallamos.
Estoy en mi nivel más alto de poder cuando me permito a mí misma ser lo que la vida intenta que yo sea –a eso se debió que mi sanación ocurriera solamente cuando toda acción consciente, de mi parte, hubo cesado completamente y la fuerza de la vida tomó el mando. En otras palabras, estoy en mi punto de poder más elevado cuando trabajo fluyendo con la vida en vez de ir en contra de ella.
Está muy bien que yo les hable sobre sanación después de que lo experimenté o que yo les diga que crean y se suelten dejando que la corriente de la vida se encargue; pero cuando uno está pasando por un período realmente bajo, es difícil hacerlo –y, más aún, saber por dónde empezar.
Sin embargo, creo que la respuesta es más simple de lo que parece y es uno de los secretos mejor guardados de nuestro tiempo. La importancia de amarse a sí mismo. Ustedes pueden fruncir el ceño o bajar la cabeza desaprobando esta idea pero no puedo enfatizar lo suficiente qué tan importante es cultivar un profundo romance con ustedes mismos.
No recuerdo que me motivaran nunca a quererme a mí misma -de hecho, nunca se me hubiera ocurrido hacerlo. Se piensa comúnmente que eso es ser egoísta, pero mi ECM me permitió entender que ésta era la clave de mi sanación.
En el tapiz de la vida, todos estamos conectados. Cada uno de nosotros es un regalo para aquellos que están a nuestro alrededor, ayudándonos entre sí a ser quienes somos, tejiendo juntos el cuadro perfecto. Cuando estaba en el estado ECM, todo se volvió tan claro para mí porque entendí que ser yo, es ser amor. Esta es la lección que salvó mi vida.
Muchos de nosotros todavía creemos que tenemos que trabajar para ser amorosos; eso significa vivir en la dualidad, porque hay uno que da y otro que recibe. Entender que somos amor lo trasciende. Significa entender que no hay separación entre tú y yo y si yo soy consciente que soy amor, entonces sé que tú también lo eres. Si me amo, entonces, automáticamente, ¡siento lo mismo por ti!
En mi estado ECM, comprendí que el universo entero se compone de amor incondicional y yo soy una expresión de él. Cada átomo, molécula, quark y tetra quark está hecho de amor. Yo no puedo ser otra cosa, porque esta es mi esencia y la de la naturaleza del universo entero. Aún las cosas que parecen negativas, son parte de un infinito e incondicional espectro de amor. De hecho, la energía universal de la fuerza de la vida es amor y ¡yo soy energía universal! Entenderlo me hizo comprender que no es necesario que trate de ser alguien más, con el fin de ser valorada. Ya soy todo eso que podría intentar ser.
Así mismo, cuando sabemos que somos amor, no necesitamos trabajar para ser amorosos hacia otros. En lugar de eso, sólo tenemos que ser fieles a nosotros mismos y nos volvemos instrumentos de energía de amor, la cual toca a todos con quienes estemos en contacto.
Ser amor también significa estar conscientes de la importancia de nutrir mi propia alma, cuidando de mis propias necesidades, sin ponerme de últimas todo el tiempo. Esto me permite ser siempre fiel a mí misma y tratarme con total respeto y amabilidad. También me permite ver aquello que podría ser interpretado como imperfecciones o errores, sin juicio, observándolos solamente como oportunidades de experimentar y aprender con amor incondicional.
La gente me pregunta si es posible tener demasiado amor propio. ¿Dónde está el límite, me preguntan, dónde empieza a volverse uno egoísta o egocéntrico? Para mí, no existe esa posibilidad. No hay un límite. El egoísmo viene de una falta de amor propio. Nuestro planeta está sufriendo de eso, al igual que los seres humanos. También sufrimos de una inseguridad exagerada, de juzgamientos y de condicionamientos. Para realmente amar a alguien incondicionalmente, tengo que sentirme de esa manera hacia mí misma. Yo no puedo dar de lo que no tengo. Decir que le tengo a otra persona mayor consideración que a mí misma, no es real y significa que estoy simplemente actuando.
Cuando estoy siendo amor, no me siento extenuada, ni necesito que las personas se comporten de cierta manera para poderme sentir amada o para que yo comparta mi magnificencia con ellos.
Ellos están automáticamente recibiendo mi amor como resultado de que yo sea mi ser verdadero.
Y cuando no me estoy juzgando a mí misma, me siento de esa manera hacia los demás.
En vista de esto, he aprendido que es importante no ser demasiado dura conmigo misma, si estoy experimentando retos. A menudo, el problema no es la causa del conflicto aparente, sino el juicio que tengo de mí misma. Cuando dejo de ser mi peor enemigo y empiezo a amarme más, automáticamente tengo cada vez menos fricción con el mundo a mi alrededor. Me vuelvo más tolerante y acepto más.
Cuando todos somos conscientes de nuestra propia magnificencia, no sentimos la necesidad de controlar a los demás y no permitimos ser controlados por nadie. Cuando desperté en mi ser infinito, estaba maravillada de entender que mi vida podría ser dramáticamente diferente sólo por el hecho de darme cuenta que soy amor y que siempre lo he sido. No tengo que hacer nada para merecerlo. Este entendimiento significa que estoy trabajando con la energía de la fuerza de vida, mientras que actuar para ser amorosa, trabaja en contra.
Ser consciente de que soy amor fue la lección más importante que aprendí, permitiéndome soltar todo miedo y esa fue la llave que salvó mi vida.
ANITA MOORJANI – PARTE III – LO QUE HE LLEGADO A ENTENDERCAPÍTULO 15 – POR QUÉ ME ENFERMÉ…Y SANÉExtracto del Libro: “MUERO POR SER YO” de ANITA MOORJANI (Mar/2012)
EL LIBRO COMPLETO DE ANITA MORJANI  EN EL ENLACE DE DEBAJO…

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