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Paciencia, otra vez esa palabra. El esperar, desespera y se confunde. Sobre todo cuando nos topamos con la incertidumbre de no saber cuándo va a llegar lo que anhelamos.
No te canses de esperar. La recompensa espera que tengas paciencia.
Sin embargo, la paciencia es algo más que la espera, es la expectativa calmada, es una especie de pausa en nuestro anhelo. La paciencia no nos adormece, se impone a la angustia y nos despierta.
La paciencia es amarga pero sus frutos son dulces
Nos cuesta entenderlo pero la paciencia no es cargar y aguantar hasta no poder más y explotar. Ella es un arte, un arte que se hace responsable de liberarnos de las cargas emocionales innecesarias para mantener nuestro estado de paz.
Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza
Las filosofías orientales nos hablan del don de la paciencia como si fuese una fuerza que nuestra mente emplea para decirle al resto del cuerpo que todo llegará.
Y es que las cosas más bellas del mundo requieren de paciencia para recubrirse de un halo de entusiasmo e ilusión. Un amor complicado, una persona casi inaccesible, una preparación física, una oposición; en definitiva, cualquier meta y cualquier logro que nos planteemos.
El que espera y no desespera encuentra lo inesperado
Frecuentemente, creemos que la vida nos dice “No”, cuando en realidad solo nos está diciendo “espera”. Nos impacientamos y, como consecuencia, nuestro nerviosismo nos hace cometer errores.
A veces sentimos que nos cansamos, que nuestros amigos, nuestra pareja o nuestras expectativas nos exasperan, que no llega nada de lo que pretendemos crear y que la vida no está hecha para nosotros.
La paciencia, una reina destronada por la velocidad
El secreto de la paciencia es recordar que el dolor es temporal y la recompensa es eterna.
El que aguanta, gana. Sin embargo, a juzgar por el interés que le ponemos a cultivar y a trabajar este don, la paciencia es una reina destronada. Se nos enseña a ser los primeros en todo, a ganar a los que tenemos al lado, a correr… Y ya está.
Si te tomas las cosas con paciencia, no vales, te dejan fuera de juego. Sin embargo, lo cierto es que cualquier éxito requiere tiempo y paciencia, y esos son los únicos instrumentos que nos garantizan alcanzar una destreza.
Trabajar la paciencia para conocerse a uno mismo
Cuando no trabajamos en el don de la paciencia, nos comportamos de manera impulsiva e irreflexiva, creando o agravando nuestros problemas y dejando escapar multitud de oportunidades.
En realidad, para cultivar tu paciencia necesitas más bien poco pero, sobre todo, son claves que están al alcance de tu mano. Te las comentamos brevemente…
1. Respira
Respirar profundamente siempre es un buen recurso, pues nos ayuda a reflexionar. Cuando nos tomamos unos segundos para respirar estamos, de alguna forma, ofreciendo una pausa a nuestro diálogo interno.
2. Descubre por qué tienes tanta prisa
Reflexiona sobre las razones que te están impacientando. Si exageras, reorganiza tus prioridades. Pensar sobre ello e incluso escribirlo te ayudará a calmarte.
3. Identifica lo que habitualmente te genera impaciencia
Pueden ser otras personas, situaciones estresantes o tú mismo. Sin embargo, el simple hecho de ser consciente de esto te ayudará a disminuir la ansiedad.
4. ¿Tu paciencia es útil o está justificada?
Responderte de manera sincera a esta pregunta fomentará la calma. Busca los patrones y considera sin miedo la posibilidad de dejar ir lo que no te está haciendo bien.
5. Tómate tu tiempo y espera lo inesperado
Tienes que entender que podemos hacer miles de planes pero las cosas no siempre salen como lo deseamos. Acepta que la vida gira y nos da cientos de vueltas hasta acabar donde deseamos. Sé realista en tus expectativas y comprende a los demás.
6. No tengas miedo de cambiar y no te olvides de ensayar
La práctica hace al maestro. Desarrollar la paciencia implica dejar atrás malos hábitos con los que llevamos conviviendo mucho tiempo. Así que, como cualquier aprendizaje, cultivar este don requiere templanza.
No te canses de esperar. La recompensa espera que tengas paciencia.
Sin embargo, la paciencia es algo más que la espera, es la expectativa calmada, es una especie de pausa en nuestro anhelo. La paciencia no nos adormece, se impone a la angustia y nos despierta.
La paciencia es amarga pero sus frutos son dulces
Si eres paciente en un momento de ira, escaparás a cien días de tristeza
Las filosofías orientales nos hablan del don de la paciencia como si fuese una fuerza que nuestra mente emplea para decirle al resto del cuerpo que todo llegará.
Y es que las cosas más bellas del mundo requieren de paciencia para recubrirse de un halo de entusiasmo e ilusión. Un amor complicado, una persona casi inaccesible, una preparación física, una oposición; en definitiva, cualquier meta y cualquier logro que nos planteemos.
El que espera y no desespera encuentra lo inesperado
Frecuentemente, creemos que la vida nos dice “No”, cuando en realidad solo nos está diciendo “espera”. Nos impacientamos y, como consecuencia, nuestro nerviosismo nos hace cometer errores.
A veces sentimos que nos cansamos, que nuestros amigos, nuestra pareja o nuestras expectativas nos exasperan, que no llega nada de lo que pretendemos crear y que la vida no está hecha para nosotros.
La paciencia, una reina destronada por la velocidad
El secreto de la paciencia es recordar que el dolor es temporal y la recompensa es eterna.
El que aguanta, gana. Sin embargo, a juzgar por el interés que le ponemos a cultivar y a trabajar este don, la paciencia es una reina destronada. Se nos enseña a ser los primeros en todo, a ganar a los que tenemos al lado, a correr… Y ya está.
Si te tomas las cosas con paciencia, no vales, te dejan fuera de juego. Sin embargo, lo cierto es que cualquier éxito requiere tiempo y paciencia, y esos son los únicos instrumentos que nos garantizan alcanzar una destreza.
Trabajar la paciencia para conocerse a uno mismo
Comprenderse a uno mismo requiere paciencia, tolerancia en el darse cuenta; el Yo es un libro de muchos capítulos que no puede leerse en un solo día. Sin embargo, cuando empieces a leerlo, debes leer cada palabra, cada frase y cada párrafo, porque en ellos hay indicios de la totalidad. El principio es en sí mismo el final. Si sabes leer, podrás encontrar la suprema sabiduría.Los grandes sabios son personas calmadas, pacientes y seguras de sí mismas. Eso nos da la pista de que ser pacientes nos ayudará a contemplar el mundo con mayor entendimiento y sensatez.
Jiddu Krishnamurti
Cuando no trabajamos en el don de la paciencia, nos comportamos de manera impulsiva e irreflexiva, creando o agravando nuestros problemas y dejando escapar multitud de oportunidades.
En realidad, para cultivar tu paciencia necesitas más bien poco pero, sobre todo, son claves que están al alcance de tu mano. Te las comentamos brevemente…
1. Respira
Respirar profundamente siempre es un buen recurso, pues nos ayuda a reflexionar. Cuando nos tomamos unos segundos para respirar estamos, de alguna forma, ofreciendo una pausa a nuestro diálogo interno.
2. Descubre por qué tienes tanta prisa
Reflexiona sobre las razones que te están impacientando. Si exageras, reorganiza tus prioridades. Pensar sobre ello e incluso escribirlo te ayudará a calmarte.
Pueden ser otras personas, situaciones estresantes o tú mismo. Sin embargo, el simple hecho de ser consciente de esto te ayudará a disminuir la ansiedad.
4. ¿Tu paciencia es útil o está justificada?
Responderte de manera sincera a esta pregunta fomentará la calma. Busca los patrones y considera sin miedo la posibilidad de dejar ir lo que no te está haciendo bien.
5. Tómate tu tiempo y espera lo inesperado
Tienes que entender que podemos hacer miles de planes pero las cosas no siempre salen como lo deseamos. Acepta que la vida gira y nos da cientos de vueltas hasta acabar donde deseamos. Sé realista en tus expectativas y comprende a los demás.
6. No tengas miedo de cambiar y no te olvides de ensayar
La práctica hace al maestro. Desarrollar la paciencia implica dejar atrás malos hábitos con los que llevamos conviviendo mucho tiempo. Así que, como cualquier aprendizaje, cultivar este don requiere templanza.