DICE EL REFRANERO CASTELLANO: “LA CARIDAD BIEN ENTENDIDA EMPIEZA POR UNO MISMO”.
Esa es la clave, para poder ayudar a los demás, además del conocimiento necesario, debemos de estar bien con nosotros mismos, sino estamos bien y tenemos carencias, más temprano que tarde, acabaremos por trasladárselas a quienes ayudemos. Por eso para dar lo mejor de nosotros mismos, debemos estar en armonía y estables emocinalmente.
OTRA CLAVE FUNDAMENTAL ES, ENTENDER Y PRACTICAR QUE:
“NADIE PUEDE AYUDAR A QUIEN NO QUIERE SER AYUDADO”.
La ayuda no se impone, se da cuando alguien nos la pide, debemos respetar la libertad y el proceso de los demás, es parte de su aprendizaje, intentar resolver sus conflictos y tomar la decisión de pedir ayuda cuando ellos lo estimen oportuno.
Hay seres humanos de todos los estilos. En concreto, a mí me cuesta decir “no”. Para muchas personas es muy sencillo. Saben hasta donde quieren llegar, estiman su posición por encima de la del otro o consideran que de esa forma el otro responderá dentro de los límites que se le marquen.
POR ESO HAY QUE TENER CUIDADO Y NO SOBRE PASAR LA LÍNEA DE AYUDA A LOS DEMÁS, CON LA ANTEPOSICIÓN DE LOS DEMÁS A UNO MISMO, A SUS PROPIOS INTERESES Y A SUS PROPIAS NECESIDADES.
Si pensamos que ayudar es que cualquier beneficio para el otro debo anteponerlo a mí. Es un error, así no se conduce una relación de ayuda y que esa pérdida personal lleva un descontrol para el que lo recibe porque no mide hasta dónde puede llegar, y generalmente cuando no tenemos delante una barrera pasamos más allá de la raya invisible de lo deseable y posible.
En numerosas ocasiones los seres humanos tenemos la idea utópica de estimar, respetar y sobrevalorar la libertad del otro. Pero cuando utilizamos el sentido común, nos vale con que depositemos la confianza en que los demás harán las cosas bien, en su responsabilidad, en la innecesaria medida de los límites impuestos y en la confianza en los límites propios que cada uno debería saberse poner a sí mismo. Pero no podemos negar que la realidad es otra. Las personas te miden. Valoran hasta dónde pueden llegar contigo. Cuál es el límite que permites y sobre él, actúa.
Hay que tomar conciencia y saber que no eres mejor por permitirlo todo apoyándolo en la confianza ciega en el de enfrente. Que hay que saber mirar y valorar justamente dónde y cuándo debe estar el “no”. Ni creer que la otra persona sabe valorar, medir sus posibilidades y agotar las bondades que hay en sí mismo cuando se relaciona con los demás.
COMO EN OTRAS COSAS DE LA VIDA, CUANDO AYUDAMOS A LOS DEMÁS NO VALE TODO, PENSEMOS ANALICEMOS Y DIGAMOS “NO” CUANDO SEA NECESARIO. MIREMOS HACIA DENTRO Y LUEGO REVISEMOS LA ACTITUD DE QUIEN TENGAMOS DELANTE.
YO LO TENGO MUY CLARO, SÉ QUE NO CAMBIARÉ PORQUE ESTOY SEGURO DE QUE EL MUNDO EVOLUCIONA Y MEJORA CON LA AYUDA DE TODOS Y SI NO HACE FALTA EN UN MOMENTO PUNTUAL, TAMPOCO CON LLEVA NINGÚN MAL, QUE DESDE EL CORAZÓN LA OFREZCAMOS A QUIEN CREAMOS QUE LA NECESITA.