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Tenemos la costumbre de catalogar las cosas dualmente, de tal forma que todo en nuestra mente son perfectos opuestos: bueno-malo, fuerte-débil, etc. Sin embargo, esto no significa que las cosas sean realmente tan simples, ya que la vida no es blanca y negra, sino de múltiples colores, cada color con sus propios matices y combinaciones. La cuestión es que normalmente no se nos enseña a “salirnos del corral” y vivir de acuerdo con valores e ideas propios, sino que la mayoría de nuestra formación consiste en “meternos al corral” y enseñarnos a “comportarnos”, es decir, a quedarnos dentro. Por supuesto que esto resulta tremendamente limitante para el ser, la psique y la creatividad; también es una excelente forma de control.
Es decir, si desde que eres pequeño recibes un condicionamiento sistemático en el que se te inculca la noción de que para ser querido tienes que ser “bueno”, esto es, tienes que obedecer todas las reglas, las entiendas o no, cumplir con lo que la sociedad espera de ti, o lo que te hacen creer que espera de ti y que de lo contrario te mereces ser castigado, entonces es natural que te asusten las posibles consecuencias de retar una norma y que evites hacerlo. Es más, puede que esto te atemorice tanto que intentes evitar que otros lo hagan, de tal forma que al final no sólo te estás controlando a ti mismo, también controlas a los demás.
¿Qué tiene que ver esto con la pregunta de si se puede ser espiritual y realista al mismo tiempo? Que cuando consideramos lo anteriormente mencionado, nos damos cuenta de que aquello que consideramos cierto, correcto, aceptable y realista, está basado en una serie de constructos sociales y filosóficos que hemos interiorizado. Esto no quiere decir que todo sea falso, o que todo lo que has aprendido sea malo. Tampoco quiere decir que no haya un punto de razón en ello, sólo se trata de evidenciar que la mayoría de las veces lo que consideramos “realista” se basa en ideas que aceptamos sin analizarlas, es decir, sin ejercitar el discernimiento para encontrar una claridad derivada de una experiencia o conocimiento propio, de tal forma que aquello que consideramos “realista” puede en ocasiones no coincidir con una realidad más allá de nuestro punto de vista.
La verdadera espiritualidad, o la experiencia del ser de explorar la conciencia en busca de una conexión con algo trascendente, tiene que ver con la exploración de las posibilidades, porque la trascendencia implica ir más allá de un límite o restricción, de tal manera que si lo vemos de forma práctica y realista, lo más razonable sería que una vez que adquirimos raciocinio y sentido de responsabilidad propia analicemos estas reglas, constructos y límites. Ser espiritual y ser realista no son formas opuestas de experimentar la vida.
Es una pena que a nivel histórico la religión haya sido usada para justificar terribles acciones de discriminación y violencia. Esto nos ha causado mucha confusión porque solemos creer que para ser espiritual hay que ser religioso y que ser espiritual es poco “realista”, ya que cuando hablamos de trascendencia también entramos en el reino de las ideas, de algo que va más allá de la materia. Pero el hecho de que las cuestiones espirituales y filosóficas traten con estos temas no significa que sean delirios o que no sean reales. En palabras del filósofo Soren Kierkegaard:
La vida no es un problema para resolver, es una realidad para experimentar.
Con información de Mind Body Green